Crítica: "Macho peruano que se respeta", Cine Desastre

por © NOTICINE.com
''Macho peruano que se respeta''


Por José Romero Carrillo

En líneas generales se puede afirmar que el cine peruano viene atravesando una etapa de buena salud. Tras “Asu Mare” se produjo el añorado reencuentro del espectador con la producción nacional, las largas colas y funciones agotadas por ver alguna película nacional dejaba de ser un recuerdo para ser algo visible y la posibilidad de hacer negocio a través del cine ya no era descabellado.

Lástima que últimamente todo se haya desvirtuado. El supuesto boom del cine peruano, y la facilidad para grabar imágenes en movimiento -que no es lo mismo que hacer cine- hace que cualquier persona tenga la intención (y el atrevimiento) de convertirse en guionista y/o director de cine, movido más por las ganas de lucrar con este nuevo y rentable filón artístico que por la vocación y la urgencia de contar una buena historia sí o sí. Solo así se puede entender la existencia de una película de “Macho peruano que se respeta” que falla desde su génesis, un guión prácticamente inexistente.

Tenemos una idea base, legítima pero manida y previsible: Máximo, un mujeriego incorregible que a pesar de su férrea convicción se enamora y esto le trastoca todos sus ideales. Sin ningún empacho se sazona esta premisa con ingentes dosis del humor más ramplón que se pueda imaginar. Se pretende derribar los estereotipos y clichés para reivindicar la autenticidad y validez de la esencia de las personas a través de un final inverosímil, pero el trayecto hasta esa instancia, ejemplifica todo lo contrario y se regodea en ello.

Repitamos un lugar común, que hay que apoyar el cine peruano, que son jóvenes cineastas  y que la dedicación al guión es algo que podrán mejorar en sus siguientes trabajos. Todo bien, pero lo que resulta inaceptable es la calidad técnica de estos productos audiovisuales. No es posible que en pleno 2015 se exhiban películas como esta, de un pobre registro sonoro y un desconocimiento de las reglas mínimas del lenguaje audiovisual, como por ejemplo las transiciones, que aquí se erigen como todo un capítulo de un urgente y todavía inexistente, antimanual de lo que no se debe hacer en el oficio del cine.

Esta ola de subestimación y maltrato al espectador nacional  parece no tener fin; y para corroborar esta temible afirmación tenemos a los más de 200 000 espectadores que han pagado y se han reído al parecer sin ningún atisbo de exigencia sobre lo que debería ofrecer una comedia.

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