Federico Veiroj escribe sobre "El apóstata"
- por © Avalon-NOTICINE.com
Por Federico Veiroj *
La historia de "El apóstata" está basada en episodios de la vida de mi amigo madrileño, Álvaro Ogalla, que conocí mientras viví allí una parte importante de mi vida. Al tiempo que Álvaro hacía los trámites para apostatar, algunos aspectos de su vida personal iban apareciendo para afirmar y al mismo tiempo contradecir lo que él pretendía hacer. De primeras esto me sedujo. Sentí que había una historia hermosa para contar porque simbólicamente, lo que Álvaro pretendía era modificar su pasado; y al ser esto imposible y por lo tanto una fantasía, internamente se convirtió en un desafío súper tentador para hacer una ficción con toques de fábula.
Una vez que decidimos que el personaje lo interpretaría el propio Álvaro - sin formación en actuación -, supe que el resultado tenía que ser tan peculiar como él mismo. Sus gestos, su mirada, su deseo y violencia contenida y su aspecto aniñado, eran potentes ingredientes que yo contaba de primeras para darle vida en la pantalla al personaje de Tamayo. Y lo que hice fue intentar mostrar el amplio abanico de expresiones y emociones que conocía de él. Creo que el resultado final tiene la gracia, la seducción, y la profundidad ideal para un personaje que curiosea durante toda la película. El personaje de Tamayo hace un recorrido regresivo de su propia vida, una tarea difícil para un actor. Confié en otras experiencias de trabajar con actores naturales combinados con actores profesionales, y el objetivo fue lograr un personaje que generase constante interés en el espectador; personalmente creo que Tamayo es un personaje inolvidable. ¡Qué gran debut actoral!
Sobre qué película quería hacer
Durante el proceso de escritura tuve claro que quería hacer una película luminosa, esperanzadora, graciosa, y que jamás perdiera profundidad. Pero al ser una gran lotería realizar una película, era imposible saber si mis ideas iban a resultar. Trabajamos junto a todo el equipo creativo de la película en una narración que pudiese incluir todos esos aspectos, y sin olvidar la gran convicción de Tamayo que es el hilo conductor de la película. Cuando se colaba su pasado o sus delirios fantasiosos, pretendimos que nunca se perdiera el foco de aquello de que gobernaba a Tamayo: su deseo de transformación. Un genuino deseo que se manifiesta a través de sus grandes renuncias y que yo interpreto como épicas conquistas.
Sobre el por qué de filmar en España
La ambigüedad del propósito de apostatar de mi amigo Álvaro, un español nacido en los años 70 -casi al final de un período histórico que marcó la vida de varias generaciones, me convencieron que había que hacer esta película allí. Para hablar de algunos conflictos universales como la crisis de madurez de Tamayo, su relación con las instituciones tradicionales, era necesario situarlo en un país tan convulsionado como lo fue y sigue siendo España. Siento que allí hay una gran mezcla de culpa, placer y del peso de las tradiciones; todos elementos necesarios y que tenían que habitar la narración de esta película. A todo lo anterior se suma que siento a Madrid como mi propia casa ya que viví una parte importante de mi vida allí; y también me seducía la idea de filmar en el país de donde provienen mis antepasados. En resumen, era el único sitio donde yo sentía que podía hacer esta película.
Sobre el proceso de escritura
A pesar de haber sido el motor de la escritura en todas las instancias de trabajo, ha habido aportes fundamentales que nos han servido para dar forma al guión final. Álvaro Ogalla con sus cartas que dieron inicio a la escritura de la historia, los aportes en la estructura en la fase de tratamiento de Nicolás Saad, la profundidad del personaje que emergió en el trabajo con Gonzalo Delgado. Durante todo el proceso ha sido fundamental dejarnos llevar por la libertad del personaje de Tamayo y eso es lo que ha dado pie a que creciera la fantasía que siento que es un aspecto crucial de la narración, y confío en que haga disfrutar la película. Poco antes de rodar, hemos modificado estructura y algunos personajes con el director de fotografía Arauco Hernández y Gonzalo Delgado - que para ese tiempo ya tenía la doble función de co-guionista y director de arte -. Y finalmente en el montaje se terminó de armar la voz en off que era algo que estaba desde el inicio del guión y siempre supimos que la retocaríamos hacia el final. Así fue, y la escritura final del off recibió sabios aportes del productor y montador Fernando Franco. Más allá de definir como 'abierto' o 'cerrado' el proceso de escritura, creo que lo que realmente lo ha caracterizado ha sido su capacidad de transformación durante la realización.
(*): Nacido en Montevideo en 1976 y con doble nacionalidad (uruguayo-española), Federico Veiroj estrena esta semana en España su tercer largometraje, "El apóstata", que recibió una mención del jurado oficial del 63 Festival Internacional de Cine de San Sebastián, así como el Premio de la Crítica (FIPRESCI).
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La historia de "El apóstata" está basada en episodios de la vida de mi amigo madrileño, Álvaro Ogalla, que conocí mientras viví allí una parte importante de mi vida. Al tiempo que Álvaro hacía los trámites para apostatar, algunos aspectos de su vida personal iban apareciendo para afirmar y al mismo tiempo contradecir lo que él pretendía hacer. De primeras esto me sedujo. Sentí que había una historia hermosa para contar porque simbólicamente, lo que Álvaro pretendía era modificar su pasado; y al ser esto imposible y por lo tanto una fantasía, internamente se convirtió en un desafío súper tentador para hacer una ficción con toques de fábula.
Una vez que decidimos que el personaje lo interpretaría el propio Álvaro - sin formación en actuación -, supe que el resultado tenía que ser tan peculiar como él mismo. Sus gestos, su mirada, su deseo y violencia contenida y su aspecto aniñado, eran potentes ingredientes que yo contaba de primeras para darle vida en la pantalla al personaje de Tamayo. Y lo que hice fue intentar mostrar el amplio abanico de expresiones y emociones que conocía de él. Creo que el resultado final tiene la gracia, la seducción, y la profundidad ideal para un personaje que curiosea durante toda la película. El personaje de Tamayo hace un recorrido regresivo de su propia vida, una tarea difícil para un actor. Confié en otras experiencias de trabajar con actores naturales combinados con actores profesionales, y el objetivo fue lograr un personaje que generase constante interés en el espectador; personalmente creo que Tamayo es un personaje inolvidable. ¡Qué gran debut actoral!
Sobre qué película quería hacer
Durante el proceso de escritura tuve claro que quería hacer una película luminosa, esperanzadora, graciosa, y que jamás perdiera profundidad. Pero al ser una gran lotería realizar una película, era imposible saber si mis ideas iban a resultar. Trabajamos junto a todo el equipo creativo de la película en una narración que pudiese incluir todos esos aspectos, y sin olvidar la gran convicción de Tamayo que es el hilo conductor de la película. Cuando se colaba su pasado o sus delirios fantasiosos, pretendimos que nunca se perdiera el foco de aquello de que gobernaba a Tamayo: su deseo de transformación. Un genuino deseo que se manifiesta a través de sus grandes renuncias y que yo interpreto como épicas conquistas.
Sobre el por qué de filmar en España
La ambigüedad del propósito de apostatar de mi amigo Álvaro, un español nacido en los años 70 -casi al final de un período histórico que marcó la vida de varias generaciones, me convencieron que había que hacer esta película allí. Para hablar de algunos conflictos universales como la crisis de madurez de Tamayo, su relación con las instituciones tradicionales, era necesario situarlo en un país tan convulsionado como lo fue y sigue siendo España. Siento que allí hay una gran mezcla de culpa, placer y del peso de las tradiciones; todos elementos necesarios y que tenían que habitar la narración de esta película. A todo lo anterior se suma que siento a Madrid como mi propia casa ya que viví una parte importante de mi vida allí; y también me seducía la idea de filmar en el país de donde provienen mis antepasados. En resumen, era el único sitio donde yo sentía que podía hacer esta película.
Sobre el proceso de escritura
A pesar de haber sido el motor de la escritura en todas las instancias de trabajo, ha habido aportes fundamentales que nos han servido para dar forma al guión final. Álvaro Ogalla con sus cartas que dieron inicio a la escritura de la historia, los aportes en la estructura en la fase de tratamiento de Nicolás Saad, la profundidad del personaje que emergió en el trabajo con Gonzalo Delgado. Durante todo el proceso ha sido fundamental dejarnos llevar por la libertad del personaje de Tamayo y eso es lo que ha dado pie a que creciera la fantasía que siento que es un aspecto crucial de la narración, y confío en que haga disfrutar la película. Poco antes de rodar, hemos modificado estructura y algunos personajes con el director de fotografía Arauco Hernández y Gonzalo Delgado - que para ese tiempo ya tenía la doble función de co-guionista y director de arte -. Y finalmente en el montaje se terminó de armar la voz en off que era algo que estaba desde el inicio del guión y siempre supimos que la retocaríamos hacia el final. Así fue, y la escritura final del off recibió sabios aportes del productor y montador Fernando Franco. Más allá de definir como 'abierto' o 'cerrado' el proceso de escritura, creo que lo que realmente lo ha caracterizado ha sido su capacidad de transformación durante la realización.
(*): Nacido en Montevideo en 1976 y con doble nacionalidad (uruguayo-española), Federico Veiroj estrena esta semana en España su tercer largometraje, "El apóstata", que recibió una mención del jurado oficial del 63 Festival Internacional de Cine de San Sebastián, así como el Premio de la Crítica (FIPRESCI).
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