Colaboración: El clan de los Consiglieri
- por © NOTICINE.com
Por Tony Berrocal
Sede del gobierno del Distrito Federal, localizada en el centro oeste del país. Brasilia es desde años patrimonio de la humanidad. No obstante bajo esa fachada de ciudad innovadora esta nueva metrópolis nacida de la nada y donde casi ningún turista va a pasar sus vacaciones acoge no solamente un festival de cine inexistente a los ojos del mundo sino que desde hace algún tiempo se tornó el punto de encuentro nocturno para los virtuosos que bañan el tapiz rojo del mundo del show business.
En aquel entonces éramos simples estudiantes que durante la semana iban a sus clases pero en cuanto el fin de semana llegaba aquellos muchachos sentados en los pupitres de aquellas históricas salas universitarias se transformaban en los dueños de la noche.
Acostumbrados a navegar en el universo gubernamental de Brasilia fuimos adquiriendo tal importancia en el ámbito cultural que gracias a eso obtuvimos el suficiente respaldo como para permitirnos alquilar un local cercano al mítico malecón artificial conocido como “Pantao del Lago Sul”, lo cual nos sirvió de alguna manera para promover aquellas recepciones que solíamos organizar en el campus y llevarlas a otro nivel.
Conforme pasaban las semanas el éxito de aforo era tal que resolvimos establecer un plan de trabajo con mira de expansión inmediata. Fue entonces cuando uno de los nuestros ideó cotizar algunas fechas a modo de “noches temáticas”; De esta forma la metrópoli que nos acogió tendría un novedoso ambiente nocturno con sabor latino.
En esa época estábamos acostumbrados a congregarnos en un restaurante llamado el “DuduBar”, cuyo propietario nos deleitaba con su cocina fusión bajo aquellos murales a la vez medio sesenteros y medio modernos.
Una tarde en la que estábamos allí, andábamos pensando ¿cómo íbamos hacer? para cerrar un concierto que ya estaba programado pues el grupo que debía producirse en la noche del sábado nos dejó tirados sin ningún tipo de explicación por su parte.
Literalmente no sabíamos qué hacer para reemplazar el evento cuyos carteles ya estaban de camino a la imprenta; estuvimos a punto de perderlo todo Afortunadamente, Mandí (uno de los cabecillas del proyecto) apareció en compañía de una persona que de lo más sorprendente.
Cuando aquel boricua atravesó el umbral se instaló un silencio casi sepulcral en aquella sala. Pues sin aviso alguno había aparecido con unos de los artistas más importantes dentro de la comunidad latinoamericana que por entonces cargaba varios éxitos internacionales en su mochila.
Aquel muchachito de pelo negro y gafas intelectuales recién llegado de Nueva York donde aún reside hoy en la actualidad era un Don Juan que encandilaba a cualquier mujer que se le pusiera por medio. Pero detrás de aquella fachada se escondía un alma enamorada de una bailarina sedienta de fama.
Brasilia en aquellos años era un punto de inflexión perfecto para aquellas subculturas que estaban naciendo en el distrito federal era el lugar donde encontrar mezclas de diversas naciones y países.
Recuerdo que entre aquellas amistades que nos rodeaban ya fuese por simpatía o interés profesional había desde alguna modelo metida a actriz pasando por diplomáticos que cursando en la universidad y alguna que otra escuela de arte dramático externas al campus.
Era muy frecuente hacer amistad con estudiantes venidos en intercambio desde los Estados Unidos, Ecuador o México para realizar una maestría, doctorado u otra especialidad similar. Por lo tanto no era de extrañar si a cada tanto uno se tropezaba con una u otra starlette mientras tomaba café.
Mientras aquel muchacho de pelo negro y gafas intelectuales hacia su ensayo de sonido para aquel concierto que casi nos lleva a la deriva, Mandí nos reveló que dicho solista y el eran familia.
Lo que liamos aquella anoche fue digno del famoso movimiento ochentero provocado por directores como Alan Parker, Adrian Lyne o Herbert Ross quienes fueron los pioneros en películas como “Fame”, “Flash dance” o “Footlose”.
Era digno de ver, aquellas multitudes apostada fuera del local bailando y gritando al ritmo de aquel Casanova. A raíz de ello la gente nos llamó “los consigliere”.
Conforme pasó el tiempo supimos que aquella muchacha a la que se refería el primo de Mandí era una puertorriqueña nacida en el Bronx que por aquel entonces estaba saliendo con un meserito cubano arribado en balsa en las costas de Florida. Con el tiempo aquel arribista habanero le costaría más de un dolor de cabeza a aquella chica que se decía latina y que nunca hablo español en su vida.
Muchos meses después aquel boricua con anteojos de intelectual realizo un dueto con aquella soprano que le tenía loquito y con la cual consiguió casarse, aunque su matrimonio no duró, fuese por el problema que fuera, aquel solista con alma noble sigue al día de hoy bebiendo los vientos por ella.
No lejos de aquel lugarcito se eleva uno de los cines más antiguos de la capital candanga donde aquella sociedad anhelante de cultura acoge cada año el festival de cine brasileiro. Sin embargo a pesar del desfile de estrellas invitadas como: Juliana Paes, Camila Pitanga, Gloria Pires, Antônio Fagundes, Tony Ramos o Ana Paula Arósio su presencia para el mundo internacional es inexistente ya que los ojos de la muchedumbre están volcados bajo el imperio yanqui olvidando que aquellas estrellas pasean por la capital hace cuarenta y ocho años.
Algunas décadas más tarde tras exiliarnos en un pueblucho pesquero, donde la cultura en si es sinónimo de chismorreo, malas lenguas y cuya único tema de conversación es la visita de un tiburón de cuatro metros que pasaba por la playa de camino al supermercado cuya noticia recogió el DailyStar titulando su portada “Get Out of the water Shark panic on Brits’hol beach”, las luces de aquel tapiz rojo se apagaron.
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Sede del gobierno del Distrito Federal, localizada en el centro oeste del país. Brasilia es desde años patrimonio de la humanidad. No obstante bajo esa fachada de ciudad innovadora esta nueva metrópolis nacida de la nada y donde casi ningún turista va a pasar sus vacaciones acoge no solamente un festival de cine inexistente a los ojos del mundo sino que desde hace algún tiempo se tornó el punto de encuentro nocturno para los virtuosos que bañan el tapiz rojo del mundo del show business.
En aquel entonces éramos simples estudiantes que durante la semana iban a sus clases pero en cuanto el fin de semana llegaba aquellos muchachos sentados en los pupitres de aquellas históricas salas universitarias se transformaban en los dueños de la noche.
Acostumbrados a navegar en el universo gubernamental de Brasilia fuimos adquiriendo tal importancia en el ámbito cultural que gracias a eso obtuvimos el suficiente respaldo como para permitirnos alquilar un local cercano al mítico malecón artificial conocido como “Pantao del Lago Sul”, lo cual nos sirvió de alguna manera para promover aquellas recepciones que solíamos organizar en el campus y llevarlas a otro nivel.
Conforme pasaban las semanas el éxito de aforo era tal que resolvimos establecer un plan de trabajo con mira de expansión inmediata. Fue entonces cuando uno de los nuestros ideó cotizar algunas fechas a modo de “noches temáticas”; De esta forma la metrópoli que nos acogió tendría un novedoso ambiente nocturno con sabor latino.
En esa época estábamos acostumbrados a congregarnos en un restaurante llamado el “DuduBar”, cuyo propietario nos deleitaba con su cocina fusión bajo aquellos murales a la vez medio sesenteros y medio modernos.
Una tarde en la que estábamos allí, andábamos pensando ¿cómo íbamos hacer? para cerrar un concierto que ya estaba programado pues el grupo que debía producirse en la noche del sábado nos dejó tirados sin ningún tipo de explicación por su parte.
Literalmente no sabíamos qué hacer para reemplazar el evento cuyos carteles ya estaban de camino a la imprenta; estuvimos a punto de perderlo todo Afortunadamente, Mandí (uno de los cabecillas del proyecto) apareció en compañía de una persona que de lo más sorprendente.
Cuando aquel boricua atravesó el umbral se instaló un silencio casi sepulcral en aquella sala. Pues sin aviso alguno había aparecido con unos de los artistas más importantes dentro de la comunidad latinoamericana que por entonces cargaba varios éxitos internacionales en su mochila.
Aquel muchachito de pelo negro y gafas intelectuales recién llegado de Nueva York donde aún reside hoy en la actualidad era un Don Juan que encandilaba a cualquier mujer que se le pusiera por medio. Pero detrás de aquella fachada se escondía un alma enamorada de una bailarina sedienta de fama.
Brasilia en aquellos años era un punto de inflexión perfecto para aquellas subculturas que estaban naciendo en el distrito federal era el lugar donde encontrar mezclas de diversas naciones y países.
Recuerdo que entre aquellas amistades que nos rodeaban ya fuese por simpatía o interés profesional había desde alguna modelo metida a actriz pasando por diplomáticos que cursando en la universidad y alguna que otra escuela de arte dramático externas al campus.
Era muy frecuente hacer amistad con estudiantes venidos en intercambio desde los Estados Unidos, Ecuador o México para realizar una maestría, doctorado u otra especialidad similar. Por lo tanto no era de extrañar si a cada tanto uno se tropezaba con una u otra starlette mientras tomaba café.
Mientras aquel muchacho de pelo negro y gafas intelectuales hacia su ensayo de sonido para aquel concierto que casi nos lleva a la deriva, Mandí nos reveló que dicho solista y el eran familia.
Lo que liamos aquella anoche fue digno del famoso movimiento ochentero provocado por directores como Alan Parker, Adrian Lyne o Herbert Ross quienes fueron los pioneros en películas como “Fame”, “Flash dance” o “Footlose”.
Era digno de ver, aquellas multitudes apostada fuera del local bailando y gritando al ritmo de aquel Casanova. A raíz de ello la gente nos llamó “los consigliere”.
Conforme pasó el tiempo supimos que aquella muchacha a la que se refería el primo de Mandí era una puertorriqueña nacida en el Bronx que por aquel entonces estaba saliendo con un meserito cubano arribado en balsa en las costas de Florida. Con el tiempo aquel arribista habanero le costaría más de un dolor de cabeza a aquella chica que se decía latina y que nunca hablo español en su vida.
Muchos meses después aquel boricua con anteojos de intelectual realizo un dueto con aquella soprano que le tenía loquito y con la cual consiguió casarse, aunque su matrimonio no duró, fuese por el problema que fuera, aquel solista con alma noble sigue al día de hoy bebiendo los vientos por ella.
No lejos de aquel lugarcito se eleva uno de los cines más antiguos de la capital candanga donde aquella sociedad anhelante de cultura acoge cada año el festival de cine brasileiro. Sin embargo a pesar del desfile de estrellas invitadas como: Juliana Paes, Camila Pitanga, Gloria Pires, Antônio Fagundes, Tony Ramos o Ana Paula Arósio su presencia para el mundo internacional es inexistente ya que los ojos de la muchedumbre están volcados bajo el imperio yanqui olvidando que aquellas estrellas pasean por la capital hace cuarenta y ocho años.
Algunas décadas más tarde tras exiliarnos en un pueblucho pesquero, donde la cultura en si es sinónimo de chismorreo, malas lenguas y cuya único tema de conversación es la visita de un tiburón de cuatro metros que pasaba por la playa de camino al supermercado cuya noticia recogió el DailyStar titulando su portada “Get Out of the water Shark panic on Brits’hol beach”, las luces de aquel tapiz rojo se apagaron.
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