Bendita Filmoteca Imprescindible: "La Dolce Vita" (1960)
- por © Cris F. Fimia-NOTICINE.com
Esta semana que ha comenzado con un lunes 20 de enero de 2020, es obligado recordar a uno de los grandes genios de la historia del cine: El grandísimo Fellini está de cumpleaños número 100 y digo está porque los grandes nunca mueren y porque el recuerdo de este enorme cineasta pervivirá en la memoria de los cinéfilos eternamente.
Y es que el 20 de enero de 1920 nacía en la ciudad italiana de Romini uno de los genios, sino el mayor, del cine italiano. Se consideraba a sí mismo "un artesano que no tiene nada que decir, pero sabe cómo decirlo", autodefinición que engloba a la perfección su humildad y talento.
Qué decir de nuevas sobre este genio mundialmente reconocido con cintas como "Casanova" (1976) y "Ocho y medio" (1963), siendo esta última para mí y de forma totalmente personal su mejor película. Polifacético pero ante todo artista, desempeñó diversos empleos como periodista, escritor y dibujante. Si bien, su primera inclusión en el universo cinematográfico llegó en 1945, de la mano de Roberto Rosellini con "Roma, ciudad abierta" (1945).
Aprovechando pues, el centenario de su nacimiento, resulta inevitable hacer mención a una cinta que en 2020 cumple sesenta años y que marcó un antes y un después en su carrera: "La dolce vita" (1960).
Considerada por algunos críticos la mejor película que se haya hecho jamás, rompe con la estructura tradicional de los films, permitiéndonos compartir mañanas y noches desde la visión subjetiva de su protagonista, el escritor Marcello Rubini.
La idea que hace surgir la película es tan real como la vida misma. Años 60, y una sociedad italiana, especialmente la romana, sumergida en La Dolce Vita, ese movimiento caracterizado por la opulencia de la clase alta, la moda, la apariencia… Estos rasgos se unen componiendo una imagen que no gustaba al director. Para él, más allá de la estética, hay unos valores éticos que se están perdiendo. Esa visión de la época que lo rodeaba, resultó ser el germen de una de las películas de la historia por excelencia.
Así mismo, tuvo lugar un suceso en 1953 que marcaría un antes y un después en la creación del film. Wilma Montesi, una joven italiana, apareció muerta en extrañas circunstancias. Mientras su familia lo disfrazó de accidente, la realidad mostró la evidencia de la época: las clases altas presumían de la perfecta moral cristiana y unos valores intachables, pero salen a la luz orgías, drogas y la implicación de ciertas personalidades relacionadas con el gobierno italiano en el caso, si bien nunca llegó a demostrarse legalmente su participación. Aun así, todo ello serviría de inspiración al genio, y el periodista que en la vida real destapó la historia sería un ejemplo para nuestro Marcello.
No son pocos los rodajes en que las desavenencias surgidas entre director y productor salen la luz con consecuencias evidentes para el resultado final. En este caso una de las mayores controversias, giró en torno a la interpretación del protagonista. Dino de Laurentiis asume la producción, pero con la mirada puesta en la explotación internacional de la cinta, quiere a Paul Newman en el papel de Mastroianni. Por aquellos años, Newman ya era un ídolo de masas y estaba interesado en el papel. Pero Fellini se mantuvo firme y su deseo se cumplió: el magnífico Mastroianni sería su intrépido y en ocasiones frustrado periodista.
Resultado: Laurentiis huye, abandona la película y son Angelo Rizzoli y Giuseppe Amato quienes tomarán el timón de la producción. Sin embargo en una de las secuencias, se haría un guiño al americano, nombrándolo en una reunión de amigos.
La creación de una figura vigente
Walter Santesso sin saberlo entonces, protagonizó un papel que supondría un antes y un después en la historia del periodismo: interpretaría al escurridizo fotógrafo encargado de perseguir a la jet set para inmortalizar sus juergas. El famoso Paparazzo daría nombre a los paparazzi que hoy en día todo conocemos.
A día de hoy su figura es indudablemente popular a la vez que criticada, íntimamente ligada a la prensa del corazón, todos reconocemos la imagen de esos fotógrafos escondidos durante horas, o el tiempo necesario con tal de captar la imagen por excelencia que poder vender al mejor postor.
La otra gran anéctora relativa a los persinakes la protagonizó Anita Ekberg. Finalizaba su interpretación en la magistral secuencia del descapotable junto a Marcello Mastroianni. Pero al terminar, la actriz cual niña de cuna, rompió a llorar y se mostró cuanto menos reacia a bajarse del vehículo, así que el equipo tuvo que poner su empeño en sacarla de allí.
La alta sociedad y la iglesia como censores
La cinta contó con la oposición del poder. Era evidente que las clases altas no iban a permanecer impasibles ante una crítica tan feroz hacia sus actitudes y que la iglesia no perdonaría una película espejo de una sociedad pecaminosa que comienza con la imagen de un cristo sobrevolando Roma.
El caso llegó incluso al senado italiano, que si bien no lograría frenar el estreno de la película a nivel mundial, sí que lo hizo en Roma al que seguirían otras muchas localizaciones (en España no se estrenaría hasta 1981 porque la censura la calificó de inmoral). Y un Fellini acusado de ateo, comunista y con el apoyo social de la izquierda por su demostración de la decadencia y miseria de los ricos, logró un éxito en taquilla rodeado de polémica.
Después de los años sesenta se ha acuñado como Dolce Vita cada momento en que Roma ha resurgido como centro neurálgico de la vida social europea y mundial, especialmente en los años noventa.
Hoy, Dolce Vita nos insinúa una vida despreocupada y centrada en los placeres mundanos. Un carpe diem en toda regla, que viene al caso a la perfección y que nos invita a parafrasear a Horacio "Aprovecha el día, no confíes en el mañana".
Para nuestros viajeros, nos encontramos en mi opinión, ante una de las películas que más lugares plagados de belleza nos permite visitar. La Fontana di Trevi guarda esa mítica escena que al galán italiano le costó rodar. Necesitó llevarse algo de alcohol para el cuerpo y un traje de neopreno para meterse en el agua en pleno invierno. Aun así, Fellini contaba con otro problema que no le agradaba: el agua de la fontana no era precisamente limpia que se dijese, pero la suerte estaba de su parte y logró hacerse con colorante verde empleado por las aerolíneas en caso de aterrizaje de emergencia. Así que, suciedad fuera.
Cinecittà es la otra cara de las localizaciones. La magia de la recreación. Esos estudios de cine y televisión situados en la parte oriental de Roma, a solo nueve kilómetros del centro. En ellos fueron rodadas más de 3000 películas, por lo que su valor es incalculable. Para terminar, no podemos obviar la Via Veneto, en torno a la cual se situó la mayor parte de la cinta. Así que ya saben, preparen el bolsillo porque en la actualidad algunos de los mejores hoteles de Roma se encuentran allí.
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Y es que el 20 de enero de 1920 nacía en la ciudad italiana de Romini uno de los genios, sino el mayor, del cine italiano. Se consideraba a sí mismo "un artesano que no tiene nada que decir, pero sabe cómo decirlo", autodefinición que engloba a la perfección su humildad y talento.
Qué decir de nuevas sobre este genio mundialmente reconocido con cintas como "Casanova" (1976) y "Ocho y medio" (1963), siendo esta última para mí y de forma totalmente personal su mejor película. Polifacético pero ante todo artista, desempeñó diversos empleos como periodista, escritor y dibujante. Si bien, su primera inclusión en el universo cinematográfico llegó en 1945, de la mano de Roberto Rosellini con "Roma, ciudad abierta" (1945).
Aprovechando pues, el centenario de su nacimiento, resulta inevitable hacer mención a una cinta que en 2020 cumple sesenta años y que marcó un antes y un después en su carrera: "La dolce vita" (1960).
Considerada por algunos críticos la mejor película que se haya hecho jamás, rompe con la estructura tradicional de los films, permitiéndonos compartir mañanas y noches desde la visión subjetiva de su protagonista, el escritor Marcello Rubini.
La idea que hace surgir la película es tan real como la vida misma. Años 60, y una sociedad italiana, especialmente la romana, sumergida en La Dolce Vita, ese movimiento caracterizado por la opulencia de la clase alta, la moda, la apariencia… Estos rasgos se unen componiendo una imagen que no gustaba al director. Para él, más allá de la estética, hay unos valores éticos que se están perdiendo. Esa visión de la época que lo rodeaba, resultó ser el germen de una de las películas de la historia por excelencia.
Así mismo, tuvo lugar un suceso en 1953 que marcaría un antes y un después en la creación del film. Wilma Montesi, una joven italiana, apareció muerta en extrañas circunstancias. Mientras su familia lo disfrazó de accidente, la realidad mostró la evidencia de la época: las clases altas presumían de la perfecta moral cristiana y unos valores intachables, pero salen a la luz orgías, drogas y la implicación de ciertas personalidades relacionadas con el gobierno italiano en el caso, si bien nunca llegó a demostrarse legalmente su participación. Aun así, todo ello serviría de inspiración al genio, y el periodista que en la vida real destapó la historia sería un ejemplo para nuestro Marcello.
No son pocos los rodajes en que las desavenencias surgidas entre director y productor salen la luz con consecuencias evidentes para el resultado final. En este caso una de las mayores controversias, giró en torno a la interpretación del protagonista. Dino de Laurentiis asume la producción, pero con la mirada puesta en la explotación internacional de la cinta, quiere a Paul Newman en el papel de Mastroianni. Por aquellos años, Newman ya era un ídolo de masas y estaba interesado en el papel. Pero Fellini se mantuvo firme y su deseo se cumplió: el magnífico Mastroianni sería su intrépido y en ocasiones frustrado periodista.
Resultado: Laurentiis huye, abandona la película y son Angelo Rizzoli y Giuseppe Amato quienes tomarán el timón de la producción. Sin embargo en una de las secuencias, se haría un guiño al americano, nombrándolo en una reunión de amigos.
La creación de una figura vigente
Walter Santesso sin saberlo entonces, protagonizó un papel que supondría un antes y un después en la historia del periodismo: interpretaría al escurridizo fotógrafo encargado de perseguir a la jet set para inmortalizar sus juergas. El famoso Paparazzo daría nombre a los paparazzi que hoy en día todo conocemos.
A día de hoy su figura es indudablemente popular a la vez que criticada, íntimamente ligada a la prensa del corazón, todos reconocemos la imagen de esos fotógrafos escondidos durante horas, o el tiempo necesario con tal de captar la imagen por excelencia que poder vender al mejor postor.
La otra gran anéctora relativa a los persinakes la protagonizó Anita Ekberg. Finalizaba su interpretación en la magistral secuencia del descapotable junto a Marcello Mastroianni. Pero al terminar, la actriz cual niña de cuna, rompió a llorar y se mostró cuanto menos reacia a bajarse del vehículo, así que el equipo tuvo que poner su empeño en sacarla de allí.
La alta sociedad y la iglesia como censores
La cinta contó con la oposición del poder. Era evidente que las clases altas no iban a permanecer impasibles ante una crítica tan feroz hacia sus actitudes y que la iglesia no perdonaría una película espejo de una sociedad pecaminosa que comienza con la imagen de un cristo sobrevolando Roma.
El caso llegó incluso al senado italiano, que si bien no lograría frenar el estreno de la película a nivel mundial, sí que lo hizo en Roma al que seguirían otras muchas localizaciones (en España no se estrenaría hasta 1981 porque la censura la calificó de inmoral). Y un Fellini acusado de ateo, comunista y con el apoyo social de la izquierda por su demostración de la decadencia y miseria de los ricos, logró un éxito en taquilla rodeado de polémica.
Después de los años sesenta se ha acuñado como Dolce Vita cada momento en que Roma ha resurgido como centro neurálgico de la vida social europea y mundial, especialmente en los años noventa.
Hoy, Dolce Vita nos insinúa una vida despreocupada y centrada en los placeres mundanos. Un carpe diem en toda regla, que viene al caso a la perfección y que nos invita a parafrasear a Horacio "Aprovecha el día, no confíes en el mañana".
Para nuestros viajeros, nos encontramos en mi opinión, ante una de las películas que más lugares plagados de belleza nos permite visitar. La Fontana di Trevi guarda esa mítica escena que al galán italiano le costó rodar. Necesitó llevarse algo de alcohol para el cuerpo y un traje de neopreno para meterse en el agua en pleno invierno. Aun así, Fellini contaba con otro problema que no le agradaba: el agua de la fontana no era precisamente limpia que se dijese, pero la suerte estaba de su parte y logró hacerse con colorante verde empleado por las aerolíneas en caso de aterrizaje de emergencia. Así que, suciedad fuera.
Cinecittà es la otra cara de las localizaciones. La magia de la recreación. Esos estudios de cine y televisión situados en la parte oriental de Roma, a solo nueve kilómetros del centro. En ellos fueron rodadas más de 3000 películas, por lo que su valor es incalculable. Para terminar, no podemos obviar la Via Veneto, en torno a la cual se situó la mayor parte de la cinta. Así que ya saben, preparen el bolsillo porque en la actualidad algunos de los mejores hoteles de Roma se encuentran allí.
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