La Habana rinde homenaje a Isabelle Huppert

por © Frank Padrón (Cuba)-NOTICINE.com
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La pianista8 mujeres12-I-07

Para muchos (incluido este crítico) ella es la gran dama del cine francés, su mejor actriz; otros, sin embargo, la consideran elegante y distinguida pero fría, tan virtuosa que no comunica suficientemente los sentimientos de sus personajes. Lo cierto es que Isabelle Huppert no deja indiferente a nadie, todos la respetan, por ello la Cinemateca de Cuba en su sede, la sala Chaplin, ha organizado un ciclo donde podrá repasarse lo más significativo de su amplia y reconocida filmografía.

Nacida en París el 16 de marzo de 1953, Huppert se formó en los conservatorios de la capital francesa y Versalles, y una vez graduada comenzó a destacarse en el teatro. Inició su carrera en el cine a los 18 años, en 1971, en filmes para la televisión, y llamó la atención con su breve pero recordada aparición en “Los rompepelotas” (1974), de Bertrand Blier. “La encajera / El destino de un amor” (La dentellière, 1977), del suizo Claude Goretta, la da a conocer definitivamente en Francia y le vale su primera nominación como actriz principal en los premios César, mientras “Prostituta de día, señorita de noche” (Violette Noziere, 1978), de Claude Chabrol, la consagra como una de las más sobresalientes intérpretes de la pantalla francesa.

A comienzos de los ochenta, Huppert obtuvo una notable reputación al utilizar su nombre e influencia para llevar a buen término proyectos cinematográficos arriesgados, gracias a lo cual verían la luz films como “Salve quien pueda, la vida “ (1980), de Jean-Luc Godard; “La Truite” (1982), de Joseph Losey, y “Signé Charlotte” (1985), de su hermana Carolina Huppert.

Aunque ha sido La dama de las camelias o Madame Bovary, con la misma facilidad que asume los clásicos se sumerge en complejos personajes contemporáneos (la Erika de “La Pianista”, por ejemplo), pero aún moviéndose en los más amplios registros, los papeles que mejor le van son los de mujeres retorcidas, frustradas, que ocultan tormentosas pasiones bajo la apariencias tranquilas o respetables (como el último que le vimos, en el más reciente Festival francés: “Las hermanas enfadadas / Mi hermana y yo”, de Alexánder Lecler).

Huppert ha trabajado a las órdenes de los más exigentes directores europeos en una extensa filmografía cercana a los noventa títulos. Además de Godard y Losey, podría citarse a Maurice Pialat, Bertrand Tavernier, François Ozon, Michael Haneke y, especialmente, Claude Chabrol, para quien ha interpretado algunos de sus mejores films de las últimas décadas.

Como puede imaginarse de una trayectoria así, ella ha recibido los mayores galardones a que pueda aspirar una actriz europea. Ha sido candidata al premio César en trece oportunidades, y lo recibió por “La ceremonia” (1994) de Chabrol, ha obtenido importantes distinciones de las Academias Europea y Británica, y le han otorgado premios en los festivales Internacionales de Cannes, Berlín, Venecia, Montreal, Moscú y San Sebastián.

En el ciclo que desde el viernes 12 y hasta el próximo 21 de este mes podrá verse en las tres tandas habituales del Chaplin, se apreciarán diez cintas significativas de su carrera (algunas, estrenos en Cuba o en Cinemateca) y una exposición de fotografías, programa de excepción a disposición de los espectadores gracias a la Alianza Francesa de Cuba, luego de mostrarse en diversas ciudades del mundo como París, Nueva York, Berlín, Tokio, Roma, Madrid, Londres, Río de Janeiro y Beijing.

Comprende, como colofón, el excelente documental “Isabelle Huppert, una vida para actuar” (2001) de Serge Toubiana, que en 57 minutos ofrece un retrato cercano, íntimo y profundo sobre la excepcional actriz. Justamente este cineasta, que por supuesto la admira tanto como para acercar su cámara a ella, ha escrito: “La respuesta a cómo Isabelle Huppert se pone al servicio del personaje que encarna siempre es extremadamente misteriosa. Metamorfosis. Vampirismo cool. Vínculo de hermandad natural entre ella y su doble. Nunca hay violencia ni esfuerzo, ya que la frontera que la separa del personaje es invisible, y se sitúa cada vez dentro de la actriz. De esta forma, Isabelle Huppert obliga al espectador a mirar el interior del alma, el interior del cuerpo, el interior de los silencios o de los blancos de su interpretación. Si la actriz es quien capta la luz, la de Isabelle está dentro de su ser. Lo que ella le pide al espectador, primero se lo impone evidentemente a sí misma, por lo que sólo acepta un papel cuando se siente capaz de habitarlo, de apropiárselo. Cuerpo y alma. Con Isabelle Huppert, el cine es únicamente misterio. Fiel a su origen mismo.”.

Todo ello y más podremos comprobarlo y aprehenderlo de nuevo en estos diez días, durante los cuáles, faltaba más, la más recia y encantadora de las actrices francesas presidirá, sin lugar a dudas, las jornadas fílmicas de la Habana.