OPINIÓN: Densidad conceptual y aliento artístico en la Semana de Cine Alemán habanera
- por © NOTICINE.com
28-VI-07
Por Frank Padrón
No es sorpresa para sus viejos seguidores (y en Cuba, dicho sea de paso, no somos pocos ): el cine alemán descuella dentro de sus colegas de la Comunidad Europea como uno de los más sólidos en cuanto a propuestas ideoestéticas, uno de los que mayores alturas alcanza en su vuelo artístico. Sus comedias son de un humor corrosivo e inteligente, sus dramas no menos intensos y caladores en la sensibilidad, sin descontar esas zonas intermedias que lo mismo estimulan la sonrisa que la reflexión más seria.
La nueva semana que acaba de finalizar en su andadura capitalina y en su mayoritario segmento “adulto”, no rompió esa tradición, si bien siempre se encuentran piezas menores: "Fantasmas", por ejemplo, de Christan Petzold, aún cuando fue seleccionada la mejor película del año 2005 por la crítica alemana, no logra una factura homogénea al seguir una pareja de chicas y pulsar en sus encuentros y desencuentros (entre ellas y con otros personajes) el tema de las necesidades afectivas, las perennes búsquedas y la soledad; cuenta con momentos conseguidos, actuaciones notables y logros parciales, pero le falta cohesión dramatúrgica y acabado formal.
Semejante destino corre "Perdido y encontrado" (2004 –2005) que sin embargo constituyó el filme más experimental e innovador de toda la muestra: enlazados por un sencillo y elocuente animado (“Gene más Ratio”) del estoniano Mait Laas sobre un hombre que ayuda a nacer una nueva generación, asistimos a cinco relatos de sendos realizadores procedentes de Europa Central y del Este, aceptados por una compañía alemana que acoge proyectos de estos países; entre ellos, sobresalen “La chica turca”, del rumano Cristian Mungiu, en torno a la ingenuidad campesina, no carente de belleza y el que cierra el filme, “Fabulosa Vera”, de Stefan Arsenijevic (Serbia-Montenegro), en clave de farsa muy bien encauzada, sobre el recurrente pero siempre interesante ítem de la felicidad encontrada a veces mediante caminos insospechados, por lo cual el trayecto en tranvía de este pequeña “road movie” viene como anillo al dedo; aún cuando el resto no alcanza el nivel de éstos, pueden hallarse aciertos, por ejemplo, en el tratamiento de la banda sonora del primero (”El ritual”, de la búlgara Nadejda Koseva) o el sugestivo uso del blanco y negro, en el no obstante efectista y poco convincente “Shortlasting silence”, del húngaro Kornél Mundroczó.
Otra de tintes fuertemente dramáticos resultó “Angustias” (2002), de Oskar Roehler, que aborda con un lenguaje descarnado e hiperrealista los avatares de una pareja disfuncional: sexo, paradójicos afectos y sobre todo, una presencia incisiva de la enfermedad (cáncer, VIH, neurosis...) informan una historia bien escrita y mejor plasmada que encuentra en la fotografía, una música contundente y energética y excelentes desempeños (Marie Bäumer fue elegida mejor actriz de ese año por los críticos locales), aliados imprescindibles.
Dentro de la cuerda más ligera que implica el humorismo, “El juego de Zucker” (2004), de Dani Levy, significó una simpática sátira de los excesos del judaísmo que hubiera hecho las delicias de Woody Allen, pero sobre todo, de las absurdas barreras que se levantan en el seno de las familias y más allá, de los regímenes sociopolíticos : un testamento (de previsible desenlace) permitirá el acercamiento de dos hermanos de creencias y militancias diferentes: uno, jugador empedernido y antiguo comunista de la exRDA, el otro, judío ortodoxo y no menos zarandeado por el capitalismo salvaje de la nueva Alemania: un tanto hiperbólico acaso, pero muy ingenioso y agudo este juego donde también las actuaciones son de primera.
“Kebab Connection” (2005), de Anno Saul, trae otro enfrentamiento étnico: el de turcos y griegos aficionados a la cocina en un barrio de Hamburgo; el mundo de la publicidad y del cine de kung-fu, la gastronomía (dos restaurantes y sus dueños, de esos respectivos países, rivalizan en calles paralelas), el matrimonio y sus responsabilidades, y los sentimientos xenofóbicos al revés: de quienes se instalan en grandes países hacia sus anfitriones, son algunos rubros que pulsa esta no menos divertida comedia.
Para el cierre, la Cinemateca de Cuba y el Goethe-Institut (coauspiciadores de la Semana) eligieron quizá el más redondo título: “Contra la pared” (2004), del turco-alemán Faith Akin, visto ya en un anterior festival habanero.
Una vez más, los conflictos por las tradiciones en los ancestros del cineasta se plasman en la evolutiva y profunda historia de amor que protagonizan Sibel, una hermosa joven turca radicada en Alemania y Cahit, un suicida, drogadicto y alcohólico que la acoge en matrimonio para ayudarla a escapar de las rigideces familiares; pero lo que se inicia en unión sólo de ayuda, deriva en una pasión sin límites, que Akin narra con una fuerza y una vitalidad complementaria a los sentimientos que experimenta la pareja.
Para ello, se apoya en una sustanciosa banda sonora, una matizada y sutil fotografía, un extraordinario montaje y un par de actuaciones (Birol Unel y Siebell Kekilli) que proyectan la riqueza sicológica de sus respectivos roles.
No gratuitamente, “Contra la pared” ha recibido varios e importantes lauros, entre ellos el de la FIPRESCI en Berlín y el Goya al mejor filme extranjero en España.
Restan, de esta muestra, los largos para niños y jóvenes programados para los próximos fines de semana, y su traslado a las provincias del interior (Sancti Espíritu y Pinar del Río) agraciadas con tan significativos títulos, y cuyos cinéfilos ya deben irse preparando para tan opulento banquete de exquisito cine.
Por Frank Padrón
No es sorpresa para sus viejos seguidores (y en Cuba, dicho sea de paso, no somos pocos ): el cine alemán descuella dentro de sus colegas de la Comunidad Europea como uno de los más sólidos en cuanto a propuestas ideoestéticas, uno de los que mayores alturas alcanza en su vuelo artístico. Sus comedias son de un humor corrosivo e inteligente, sus dramas no menos intensos y caladores en la sensibilidad, sin descontar esas zonas intermedias que lo mismo estimulan la sonrisa que la reflexión más seria.
La nueva semana que acaba de finalizar en su andadura capitalina y en su mayoritario segmento “adulto”, no rompió esa tradición, si bien siempre se encuentran piezas menores: "Fantasmas", por ejemplo, de Christan Petzold, aún cuando fue seleccionada la mejor película del año 2005 por la crítica alemana, no logra una factura homogénea al seguir una pareja de chicas y pulsar en sus encuentros y desencuentros (entre ellas y con otros personajes) el tema de las necesidades afectivas, las perennes búsquedas y la soledad; cuenta con momentos conseguidos, actuaciones notables y logros parciales, pero le falta cohesión dramatúrgica y acabado formal.
Semejante destino corre "Perdido y encontrado" (2004 –2005) que sin embargo constituyó el filme más experimental e innovador de toda la muestra: enlazados por un sencillo y elocuente animado (“Gene más Ratio”) del estoniano Mait Laas sobre un hombre que ayuda a nacer una nueva generación, asistimos a cinco relatos de sendos realizadores procedentes de Europa Central y del Este, aceptados por una compañía alemana que acoge proyectos de estos países; entre ellos, sobresalen “La chica turca”, del rumano Cristian Mungiu, en torno a la ingenuidad campesina, no carente de belleza y el que cierra el filme, “Fabulosa Vera”, de Stefan Arsenijevic (Serbia-Montenegro), en clave de farsa muy bien encauzada, sobre el recurrente pero siempre interesante ítem de la felicidad encontrada a veces mediante caminos insospechados, por lo cual el trayecto en tranvía de este pequeña “road movie” viene como anillo al dedo; aún cuando el resto no alcanza el nivel de éstos, pueden hallarse aciertos, por ejemplo, en el tratamiento de la banda sonora del primero (”El ritual”, de la búlgara Nadejda Koseva) o el sugestivo uso del blanco y negro, en el no obstante efectista y poco convincente “Shortlasting silence”, del húngaro Kornél Mundroczó.
Otra de tintes fuertemente dramáticos resultó “Angustias” (2002), de Oskar Roehler, que aborda con un lenguaje descarnado e hiperrealista los avatares de una pareja disfuncional: sexo, paradójicos afectos y sobre todo, una presencia incisiva de la enfermedad (cáncer, VIH, neurosis...) informan una historia bien escrita y mejor plasmada que encuentra en la fotografía, una música contundente y energética y excelentes desempeños (Marie Bäumer fue elegida mejor actriz de ese año por los críticos locales), aliados imprescindibles.
Dentro de la cuerda más ligera que implica el humorismo, “El juego de Zucker” (2004), de Dani Levy, significó una simpática sátira de los excesos del judaísmo que hubiera hecho las delicias de Woody Allen, pero sobre todo, de las absurdas barreras que se levantan en el seno de las familias y más allá, de los regímenes sociopolíticos : un testamento (de previsible desenlace) permitirá el acercamiento de dos hermanos de creencias y militancias diferentes: uno, jugador empedernido y antiguo comunista de la exRDA, el otro, judío ortodoxo y no menos zarandeado por el capitalismo salvaje de la nueva Alemania: un tanto hiperbólico acaso, pero muy ingenioso y agudo este juego donde también las actuaciones son de primera.
“Kebab Connection” (2005), de Anno Saul, trae otro enfrentamiento étnico: el de turcos y griegos aficionados a la cocina en un barrio de Hamburgo; el mundo de la publicidad y del cine de kung-fu, la gastronomía (dos restaurantes y sus dueños, de esos respectivos países, rivalizan en calles paralelas), el matrimonio y sus responsabilidades, y los sentimientos xenofóbicos al revés: de quienes se instalan en grandes países hacia sus anfitriones, son algunos rubros que pulsa esta no menos divertida comedia.
Para el cierre, la Cinemateca de Cuba y el Goethe-Institut (coauspiciadores de la Semana) eligieron quizá el más redondo título: “Contra la pared” (2004), del turco-alemán Faith Akin, visto ya en un anterior festival habanero.
Una vez más, los conflictos por las tradiciones en los ancestros del cineasta se plasman en la evolutiva y profunda historia de amor que protagonizan Sibel, una hermosa joven turca radicada en Alemania y Cahit, un suicida, drogadicto y alcohólico que la acoge en matrimonio para ayudarla a escapar de las rigideces familiares; pero lo que se inicia en unión sólo de ayuda, deriva en una pasión sin límites, que Akin narra con una fuerza y una vitalidad complementaria a los sentimientos que experimenta la pareja.
Para ello, se apoya en una sustanciosa banda sonora, una matizada y sutil fotografía, un extraordinario montaje y un par de actuaciones (Birol Unel y Siebell Kekilli) que proyectan la riqueza sicológica de sus respectivos roles.
No gratuitamente, “Contra la pared” ha recibido varios e importantes lauros, entre ellos el de la FIPRESCI en Berlín y el Goya al mejor filme extranjero en España.
Restan, de esta muestra, los largos para niños y jóvenes programados para los próximos fines de semana, y su traslado a las provincias del interior (Sancti Espíritu y Pinar del Río) agraciadas con tan significativos títulos, y cuyos cinéfilos ya deben irse preparando para tan opulento banquete de exquisito cine.