Festivales

La Habana 2006: “El cielo de Suely”, favorita para llevarse el Coral
14-XII-06
“El cielo de Suely” es lo nuevo de Karim Ainouz, cineasta brasileño que cuenta a su haber con la participación en el guión de notables películas de su país tales como “Abril despadaçado” (Walter Salles), “Cidade baixa” (Sergio Machado) y la propuesta de este mismo año al Oscar, “Cinema, aspirinas e urubus” (Marcelo Gomes). En la dirección debutó con “Madame Satá” (2002), premiada en varios festivales importantes, y ahora con esta obra se apunta como gran candidato a vencer en la actual edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Ainouz con “El cielo de Suely”, ante todo, confirma lo que esos títulos donde trabajó en la escritura ya demostraban: la condición de excelente guionista de este realizador nacido en 1966, pues mientras transcurre el metraje de la obra que ahora compite en el Festival habanero, uno se da cuenta de lo bien armado y sólido del texto prefílmado.
La trama sigue a Hermida, sensual muchacha que regresa al pueblo natal con su pequeño hijo, y al poco tiempo comprueba que ha sido abandonada por el marido; enrolada en el torbellino de la rutina (bailes nocturnos, pobreza en la casa de su abuela y su tía...) ella quiere salir de allí para mejorar su vida y para eso organiza una rifa sui generis: a sí misma; aclara que no es una puta, porque las tales andan con muchos hombres, ella sólo lo hará con uno a quien hará pasar “una noche en el paraíso” (sic).
Lo original de la historia salta a la vista, coronada por un desenlace que lleva al sumum tal condición, pero ello poco sería sin la maduración de ese carácter a lo largo de la historia, la relación con los otros (familiares, amigos, el antiguo novio, las ofendidas gentes del pueblo ante su insólita propuesta) y las sabiamente elaboradas situaciones y soluciones dramáticas.
Al plasmar todo esto en la pantalla, Ainouz supera en buena medida los errores cometidos en su, no obstante, apreciada cinta anterior: si “Madame Satá” aterrizaba en redundancias, innecesarias muestras de sexo explícito y ciertos tropiezos narrativos, esta las supera o al menos mejora la representación. Hay un montaje bien pensado, lo cual no evita, sin embargo, que el desarrollo del conflicto demore innecesariamente en la primera media hora, o que aparezcan escenas (los encuentros con la amiga o el novio, digamos) que se reiteren; el tempo es deliberadamente lento, lo cual permite que el desarrollo del conficto se exprese adecuadamente y sea interiorizado por el espectador.
Así mismo ayuda la fotografía de un maestro, Walter Carvalho ("Cazuza, o tempo nao para"), sensible en la captación de la mediocridad existencial del pueblecito, para lo cual se detiene fundamentalmente en la penumbra, y también en la música equilibrada y sutil, que emerge sólo en aquellos momentos donde dramatúrgicamente es necesaria.
El acápite actoral también sobresale, no sólo por la encantadora Hermila Guedes (buena propuesta para el Coral femenino) que une sensualidad y sensibilidad, ductilidad y mesura, sino por sus compañeros de elenco (María Meneses, Zita Matos, Joao Miguel...), ajustados a sus roles y a la evolución del conflicto.
En fin: una propuesta sustanciosa , sólida, a la que difícilmente se despojará del Primer Coral en esta edición del 28 festival habanero que ya vive sus horas finales.
“El cielo de Suely” es lo nuevo de Karim Ainouz, cineasta brasileño que cuenta a su haber con la participación en el guión de notables películas de su país tales como “Abril despadaçado” (Walter Salles), “Cidade baixa” (Sergio Machado) y la propuesta de este mismo año al Oscar, “Cinema, aspirinas e urubus” (Marcelo Gomes). En la dirección debutó con “Madame Satá” (2002), premiada en varios festivales importantes, y ahora con esta obra se apunta como gran candidato a vencer en la actual edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Ainouz con “El cielo de Suely”, ante todo, confirma lo que esos títulos donde trabajó en la escritura ya demostraban: la condición de excelente guionista de este realizador nacido en 1966, pues mientras transcurre el metraje de la obra que ahora compite en el Festival habanero, uno se da cuenta de lo bien armado y sólido del texto prefílmado.
La trama sigue a Hermida, sensual muchacha que regresa al pueblo natal con su pequeño hijo, y al poco tiempo comprueba que ha sido abandonada por el marido; enrolada en el torbellino de la rutina (bailes nocturnos, pobreza en la casa de su abuela y su tía...) ella quiere salir de allí para mejorar su vida y para eso organiza una rifa sui generis: a sí misma; aclara que no es una puta, porque las tales andan con muchos hombres, ella sólo lo hará con uno a quien hará pasar “una noche en el paraíso” (sic).
Lo original de la historia salta a la vista, coronada por un desenlace que lleva al sumum tal condición, pero ello poco sería sin la maduración de ese carácter a lo largo de la historia, la relación con los otros (familiares, amigos, el antiguo novio, las ofendidas gentes del pueblo ante su insólita propuesta) y las sabiamente elaboradas situaciones y soluciones dramáticas.
Al plasmar todo esto en la pantalla, Ainouz supera en buena medida los errores cometidos en su, no obstante, apreciada cinta anterior: si “Madame Satá” aterrizaba en redundancias, innecesarias muestras de sexo explícito y ciertos tropiezos narrativos, esta las supera o al menos mejora la representación. Hay un montaje bien pensado, lo cual no evita, sin embargo, que el desarrollo del conflicto demore innecesariamente en la primera media hora, o que aparezcan escenas (los encuentros con la amiga o el novio, digamos) que se reiteren; el tempo es deliberadamente lento, lo cual permite que el desarrollo del conficto se exprese adecuadamente y sea interiorizado por el espectador.
Así mismo ayuda la fotografía de un maestro, Walter Carvalho ("Cazuza, o tempo nao para"), sensible en la captación de la mediocridad existencial del pueblecito, para lo cual se detiene fundamentalmente en la penumbra, y también en la música equilibrada y sutil, que emerge sólo en aquellos momentos donde dramatúrgicamente es necesaria.
El acápite actoral también sobresale, no sólo por la encantadora Hermila Guedes (buena propuesta para el Coral femenino) que une sensualidad y sensibilidad, ductilidad y mesura, sino por sus compañeros de elenco (María Meneses, Zita Matos, Joao Miguel...), ajustados a sus roles y a la evolución del conflicto.
En fin: una propuesta sustanciosa , sólida, a la que difícilmente se despojará del Primer Coral en esta edición del 28 festival habanero que ya vive sus horas finales.
- © Frank Padrón (La Habana)-NOTICINE.com

"Visitante de invierno", terror argentino de exportación
14-XII-06
El cine argentino es poco adepto al cine de género, una carencia que los nuevos realizadores están intentando suplir, como es el caso de Sergio Esquenazi, quien presentó en Pantalla Pinamar su largometraje "Visitante de invierno", una coproducción argentino-española que se enmarca dentro del terror, en lo que se adelanta como el primer film de relevancia de este género en el cine contemporáneo, que bien podría marcar precedente.
"Visitante de invierno" se presentó en Pantalla Pinamar como parte de los Work-In-Progress, donde se adelantan films en distintas etapas de producción, que su mayoría se lanzarán comercialmente en el próximo año. La cinta, precisamente, fue rodada casi en su totalidad -con la salvedad de una escena- en Pinamar, ciudad cuyos misteriosos y mágicos bosques sirvieron de inspiración a Esquenazi, quien dio forma al guión en este balneario en sólo cinco días. Este es el tercer largometraje para el director, pero el primero en español, ya que sus anteriores trabajos -"Dead Line" y "Bone Breaker"- fueron realizados en inglés para el mercado estadounidense.
Horacio y Esteban Mentasti, legendaria familia ligada con el cine local, son los productores de este film a través de Cinemagroup, compañía que busca realizar largometrajes de calidad con posibilidades de comercialización internacional. El argentino Santiago Pedrero ("Nadar solo") y la española Ana Cuerdo ("Para que no me olvides") son los protagonistas de esta cinta que se estrenará en marzo o abril, sobre la cual dialogamos en exclusiva con Esquenazi.
- ¿Cuál es la historia central de "Visitante de invierno"?
Trata sobre un muchacho de unos 20 años, Ariel, que luego de un intento de suicidio le recomiendan un lugar tranquilo. Se muda con su madre y su hermana a un pueblo veraniego, que en invierno está prácticamente desierto. A él le encanta la astronomía, tiene su telescopio, a través del cual empieza a ver cosas que pasan en una casa abandonada lejana, pero del pueblo. Tiene sus problemas emocionales, ve a un psiquiatra en el pueblo. Entonces la película lidia con que si lo que está pasando es verdad o no, con que si la gente le cree o no, y cómo este chico se maneja para tratar de resolver algo terrible que pasa. Es bastante cruento porque tiene que ver con cosas que le pasan al chico.
- La historia la escribió en Pinamar, donde luego la rodó, ¿De qué manera surgió la trama?
El lugar generó la historia. Yo no tenía nada pensado antes de venir a Pinamar esa vez. Surgió capturado por estos bosques infinitos, medio mágicos, que dan miedo...Poco a poco escribí unos bocetos, que sabía que iban a tratar sobre la vida y la muerte, la reencarnación...Fui delineando los personajes y escribí el guión en cinco días.
- Esta es una película de terror, un género del que todavía en Argentina se reniega, pese a que hay varios directores jóvenes intentando hacerlo, aunque no logran llegar a las salas comerciales, ¿Tuvo dificultades para conseguir el crédito del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), y por qué le parece que el terror no se explota a nivel nacional, siendo uno de los géneros más redituables del cine actual?
Se escribió el guión, se presentó al INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), se declaró de interés y acá estamos, fue todo muy rápido. Yo creo que el guión tiene algo que nos llevó a hacer todo muy rápido, los productores se fueron a España y volvieron con dos productoras que se peleaban por el guión. No es común que pasen ese tipo de cosas. Con respecto a la segunda pregunta, creo que el terror es un género muy subestimado en Argentina. Hay gente talentosa que maneja el género. Somos pocos, nos conocemos todos. ¿Por qué no están filmando una película así? No lo sé. Yo sé que el género es bastante rechazado. El cine argentino maneja más el costumbrismo, la cosa social...que está bien, hay muy buenas películas sobre eso. La respuesta no lo sé. Esperemos que mi película aporte y le abra las puertas a otros chicos.
- ¿Cómo se decidió por otorgar el protagónico a Santiago Pedrero?
Hice unos seis castings, pero Santiago me gustó desde que lo vi. Vi otros buenos actores, pero él tiene algo de Ariel, que por ahí otro buen actor tendría que estar dos meses para llegar a lo que él ya tiene. Aparte es un actorazo. Es un pibe muy serio, que es más grande pero parece más chico, o sea, que tiene una experiencia mayor para interpretar a un pibe de 22 años, porque sería muy difícil que un pibe de esa edad tenga la experiencia que él tiene, que tiene 27. Viene de hacer mucho teatro, y se toma su carrera muy en serio. Y se tomó esto muy en serio.
- ¿Y en el caso de Ana Cuerdo?
Cuando vi el casting de ella sentí que me transmitía algo cuando decía las palabras, no sentí que estaba diciendo un diálogo. Que tenía una sensibilidad que al actuar y al hablar me llegaba. Sentía lo que decía. Lo confirmé rodando. Y es una chica que la cámara la quiere también.
- ¿Tuvo limitaciones al rodar?
Sí. Todas. Es una película de 45 días y yo tuve 28 días. Fue un rodaje muy intenso, muchas cosas no pude hacer, pero estoy satisfecho. Lo importante es que con lo que tenés hagas lo mejor posible. Nos esforzamos 110 por ciento todos para que sea una buena película, independiente de que sea una película de terror.
El cine argentino es poco adepto al cine de género, una carencia que los nuevos realizadores están intentando suplir, como es el caso de Sergio Esquenazi, quien presentó en Pantalla Pinamar su largometraje "Visitante de invierno", una coproducción argentino-española que se enmarca dentro del terror, en lo que se adelanta como el primer film de relevancia de este género en el cine contemporáneo, que bien podría marcar precedente.
"Visitante de invierno" se presentó en Pantalla Pinamar como parte de los Work-In-Progress, donde se adelantan films en distintas etapas de producción, que su mayoría se lanzarán comercialmente en el próximo año. La cinta, precisamente, fue rodada casi en su totalidad -con la salvedad de una escena- en Pinamar, ciudad cuyos misteriosos y mágicos bosques sirvieron de inspiración a Esquenazi, quien dio forma al guión en este balneario en sólo cinco días. Este es el tercer largometraje para el director, pero el primero en español, ya que sus anteriores trabajos -"Dead Line" y "Bone Breaker"- fueron realizados en inglés para el mercado estadounidense.
Horacio y Esteban Mentasti, legendaria familia ligada con el cine local, son los productores de este film a través de Cinemagroup, compañía que busca realizar largometrajes de calidad con posibilidades de comercialización internacional. El argentino Santiago Pedrero ("Nadar solo") y la española Ana Cuerdo ("Para que no me olvides") son los protagonistas de esta cinta que se estrenará en marzo o abril, sobre la cual dialogamos en exclusiva con Esquenazi.
- ¿Cuál es la historia central de "Visitante de invierno"?
Trata sobre un muchacho de unos 20 años, Ariel, que luego de un intento de suicidio le recomiendan un lugar tranquilo. Se muda con su madre y su hermana a un pueblo veraniego, que en invierno está prácticamente desierto. A él le encanta la astronomía, tiene su telescopio, a través del cual empieza a ver cosas que pasan en una casa abandonada lejana, pero del pueblo. Tiene sus problemas emocionales, ve a un psiquiatra en el pueblo. Entonces la película lidia con que si lo que está pasando es verdad o no, con que si la gente le cree o no, y cómo este chico se maneja para tratar de resolver algo terrible que pasa. Es bastante cruento porque tiene que ver con cosas que le pasan al chico.
- La historia la escribió en Pinamar, donde luego la rodó, ¿De qué manera surgió la trama?
El lugar generó la historia. Yo no tenía nada pensado antes de venir a Pinamar esa vez. Surgió capturado por estos bosques infinitos, medio mágicos, que dan miedo...Poco a poco escribí unos bocetos, que sabía que iban a tratar sobre la vida y la muerte, la reencarnación...Fui delineando los personajes y escribí el guión en cinco días.
- Esta es una película de terror, un género del que todavía en Argentina se reniega, pese a que hay varios directores jóvenes intentando hacerlo, aunque no logran llegar a las salas comerciales, ¿Tuvo dificultades para conseguir el crédito del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), y por qué le parece que el terror no se explota a nivel nacional, siendo uno de los géneros más redituables del cine actual?
Se escribió el guión, se presentó al INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), se declaró de interés y acá estamos, fue todo muy rápido. Yo creo que el guión tiene algo que nos llevó a hacer todo muy rápido, los productores se fueron a España y volvieron con dos productoras que se peleaban por el guión. No es común que pasen ese tipo de cosas. Con respecto a la segunda pregunta, creo que el terror es un género muy subestimado en Argentina. Hay gente talentosa que maneja el género. Somos pocos, nos conocemos todos. ¿Por qué no están filmando una película así? No lo sé. Yo sé que el género es bastante rechazado. El cine argentino maneja más el costumbrismo, la cosa social...que está bien, hay muy buenas películas sobre eso. La respuesta no lo sé. Esperemos que mi película aporte y le abra las puertas a otros chicos.
- ¿Cómo se decidió por otorgar el protagónico a Santiago Pedrero?
Hice unos seis castings, pero Santiago me gustó desde que lo vi. Vi otros buenos actores, pero él tiene algo de Ariel, que por ahí otro buen actor tendría que estar dos meses para llegar a lo que él ya tiene. Aparte es un actorazo. Es un pibe muy serio, que es más grande pero parece más chico, o sea, que tiene una experiencia mayor para interpretar a un pibe de 22 años, porque sería muy difícil que un pibe de esa edad tenga la experiencia que él tiene, que tiene 27. Viene de hacer mucho teatro, y se toma su carrera muy en serio. Y se tomó esto muy en serio.
- ¿Y en el caso de Ana Cuerdo?
Cuando vi el casting de ella sentí que me transmitía algo cuando decía las palabras, no sentí que estaba diciendo un diálogo. Que tenía una sensibilidad que al actuar y al hablar me llegaba. Sentía lo que decía. Lo confirmé rodando. Y es una chica que la cámara la quiere también.
- ¿Tuvo limitaciones al rodar?
Sí. Todas. Es una película de 45 días y yo tuve 28 días. Fue un rodaje muy intenso, muchas cosas no pude hacer, pero estoy satisfecho. Lo importante es que con lo que tenés hagas lo mejor posible. Nos esforzamos 110 por ciento todos para que sea una buena película, independiente de que sea una película de terror.
- © Cynthia M. García (Pinamar)-NOTICINE.com

Suiza y Argentina estrechan vínculos en Pantalla Pinamar
13-XII-06
El tercer encuentro argentino-europeo Pantalla Pinamar tiene como una suerte de país invitado a Suiza, cinematografía que ha desembarcado en el certamen a través de tres películas, dos estrenos ("Endiabladamente enamorado" y "Cuando llegue mi hombre") y un clásico que ha sido nominado al Oscar ("El barco está lleno"), que ha resultado una grata sorpresa para el público local, ya que sus films son lo mejor que se ha visto hasta el momento en este Festival.
El cine suizo está representado aquí por medio de Francine Bruchner, directora de Swiss Films, entidad cultural que se encarga del fomento y divulgación de esta cinematografía. "Suiza es un país muy pequeño con 7 millones de habitantes. Para complicarlo aún más hay tres regiones con distintos idiomas. Entonces cada región tiene las películas de su propio idioma", explica Bruchner, agregando que "la producción más importante de cine se encuentra en Zurich, que es donde se habla alemán".
Como muchos países de Europa, Suiza cuenta con el apoyo de instituciones como la European Film Promotion, a lo que se agrega la ayuda del estado para la realización de películas. "En Suiza los fondos vienen del Fondo de cultura que se encuentra en Berna. El fondo total es de 42 millones de francos suizos, pero el dinero que se usa para la producción de películas es de 37 millones. El resto está subvencionado por instituciones culturales como Swiss Films. También se usa para apoyar o financiar los festivales de Suiza".
El país tiene una producción anual que oscila entre las 15 y 18 películas, de las cuales tres "son bien caras". Este 2006, esas cintas bien caras fueron dos títulos con temas de interés local: la historia de la línea aérea Swiss Air y la adaptación de un libro infantil. La primera tuvo un presupuesto de 6 millones, atrayendo a 200.000 espectadores; mientras que la segunda tuvo un coste de 8 millones, siendo vista por unas 500.000 personas.
Una de las medidas que ha tomado Suiza en los últimos tiempos para atraer al público local fue volcarse al género de la comedia, que ha demostrado ser de gran demanda. "En todas partes de Europa prevalece el cine americano. Pero cada vez más, en países grandes como Francia o Alemania, se nota que el público prefiere ver las películas locales. Sólo que esas películas son siempre grandes comedias", dice Bruchner, quien afirma que gracias a ello el porcentaje del cine nacional creció del 2 % al 6 %, aumentado en este año al 8 %.
No tan esperanzador es el panorama para Peter Luisi, realizador de "Endiabladamente enamorado", que afirma que "no es rentable hacer cine en Suiza porque hay solamente siete millones de habitantes y si uno hace una película no gana dinero". Sin embargo, el realizador ha encontrado en estas tierras motivos para ser feliz, ya que ha sido la película más ovacionada del Festival e incluso generó el interés de una distribuidora de origen estadounidense para su estreno local. Es que esta historia tiene bastante conexión con la Argentina, ya que la misma sigue a un estudiante argentino que es confundido con un director de cine y entonces decide aprovechar la situación para conquistar a la actriz de la que se enamoró.
Pablo Aguilar es el actor de "Endiabladamente enamorado", quien se está forjando su carrera en el cine suizo, a pesar de tener deseos de volver al país. "Lo que más quiero es que mi carrera se divida entre Suiza y la Argentina. Mi familia pudo ver mi última película en cine y no en DVD como está acostumbrados desde que viajé. Quiero probarme en casa y para eso tengo un proyecto para filmar una película con personajes que se interrelacionan estando uno en Suiza y otro en la Argentina", detalla.
Quizá el proyecto de Aguilar pueda ser el primero de esa alianza entre el cine suizo y el argentino que parece estar destinada a acontecer, luego de estrechar vínculos a orillas del mar.
El tercer encuentro argentino-europeo Pantalla Pinamar tiene como una suerte de país invitado a Suiza, cinematografía que ha desembarcado en el certamen a través de tres películas, dos estrenos ("Endiabladamente enamorado" y "Cuando llegue mi hombre") y un clásico que ha sido nominado al Oscar ("El barco está lleno"), que ha resultado una grata sorpresa para el público local, ya que sus films son lo mejor que se ha visto hasta el momento en este Festival.
El cine suizo está representado aquí por medio de Francine Bruchner, directora de Swiss Films, entidad cultural que se encarga del fomento y divulgación de esta cinematografía. "Suiza es un país muy pequeño con 7 millones de habitantes. Para complicarlo aún más hay tres regiones con distintos idiomas. Entonces cada región tiene las películas de su propio idioma", explica Bruchner, agregando que "la producción más importante de cine se encuentra en Zurich, que es donde se habla alemán".
Como muchos países de Europa, Suiza cuenta con el apoyo de instituciones como la European Film Promotion, a lo que se agrega la ayuda del estado para la realización de películas. "En Suiza los fondos vienen del Fondo de cultura que se encuentra en Berna. El fondo total es de 42 millones de francos suizos, pero el dinero que se usa para la producción de películas es de 37 millones. El resto está subvencionado por instituciones culturales como Swiss Films. También se usa para apoyar o financiar los festivales de Suiza".
El país tiene una producción anual que oscila entre las 15 y 18 películas, de las cuales tres "son bien caras". Este 2006, esas cintas bien caras fueron dos títulos con temas de interés local: la historia de la línea aérea Swiss Air y la adaptación de un libro infantil. La primera tuvo un presupuesto de 6 millones, atrayendo a 200.000 espectadores; mientras que la segunda tuvo un coste de 8 millones, siendo vista por unas 500.000 personas.
Una de las medidas que ha tomado Suiza en los últimos tiempos para atraer al público local fue volcarse al género de la comedia, que ha demostrado ser de gran demanda. "En todas partes de Europa prevalece el cine americano. Pero cada vez más, en países grandes como Francia o Alemania, se nota que el público prefiere ver las películas locales. Sólo que esas películas son siempre grandes comedias", dice Bruchner, quien afirma que gracias a ello el porcentaje del cine nacional creció del 2 % al 6 %, aumentado en este año al 8 %.
No tan esperanzador es el panorama para Peter Luisi, realizador de "Endiabladamente enamorado", que afirma que "no es rentable hacer cine en Suiza porque hay solamente siete millones de habitantes y si uno hace una película no gana dinero". Sin embargo, el realizador ha encontrado en estas tierras motivos para ser feliz, ya que ha sido la película más ovacionada del Festival e incluso generó el interés de una distribuidora de origen estadounidense para su estreno local. Es que esta historia tiene bastante conexión con la Argentina, ya que la misma sigue a un estudiante argentino que es confundido con un director de cine y entonces decide aprovechar la situación para conquistar a la actriz de la que se enamoró.
Pablo Aguilar es el actor de "Endiabladamente enamorado", quien se está forjando su carrera en el cine suizo, a pesar de tener deseos de volver al país. "Lo que más quiero es que mi carrera se divida entre Suiza y la Argentina. Mi familia pudo ver mi última película en cine y no en DVD como está acostumbrados desde que viajé. Quiero probarme en casa y para eso tengo un proyecto para filmar una película con personajes que se interrelacionan estando uno en Suiza y otro en la Argentina", detalla.
Quizá el proyecto de Aguilar pueda ser el primero de esa alianza entre el cine suizo y el argentino que parece estar destinada a acontecer, luego de estrechar vínculos a orillas del mar.
- © Cynthia M. García (Pinamar)-NOTICINE.com

La Habana 2006: La competencia arrecia
12-XII-06
Cuando ya la edición 28 del Festival cubano entra en su segunda y final semana, puede decirse que se ha visto prácticamente todo lo que opta por los corales en las diversas categorías, los cuales serán entregados el viernes 15 en la habitual ceremonia de clausura, que coronará con broche (al parecer) de oro mediante la exhibición de “Volver”, la galardonada cinta de Pedro Almodóvar.
Pasando balance, es sin dudas Brasil el que lleva la delantera no tanto cuantitativa (lo iguala en este aspecto, o quizá hasta supera, Argentina) sino en lo verdaderamente definitivo: la casi pareja calidad de lo que compite.
Es, sin embargo, un título de los coterráneos de Borges quien, a juicio de este crítico, posee todas las cualidades para ser el gran triunfador: me refiero a “El custodio”, de Rodrigo Moreno, que ya tuvo reconocimientos en Sundance, Berlín, Guadalajara y Ceará. La historia de ese hombre que vive prácticamente una vida ajena (la del ministro que cuida a tiempo casi completo) es focalizada por el joven director (participante en la realización compartida de “Mala época” y “El descanso”) con un virtuosismo estético que la convierte en la más cuidada y elaborada de las propuestas festivaleras, en lo cual rivaliza quizá con la local “La edad de la peseta”, de Pavel Giroud.
La cámara, generalmente en subjetiva desde el protagonista, diseña encuadres y ángulos que portan su evolutiva visión, que va de mecanicista y pragmática, como su oficio, hasta la concientización de la propia ruina que lo lleva a la decisión final; para ello se apoya además en una fotografía matizada, donde el claroscuro y la profundidad de campo abundan; el desempeño de Julio Chávez hace el resto: calculado pero a la vez espontáneo, certero y preciso, sería también un probable candidato al Coral de actuación masculina.
Del resto de Argentina sobresale “El camino de San Diego”, donde Carlos Sorín (“Bombón, el perro”) prosigue su poética del campesino patagónico: la sencillez y bondad naturales de esas gentes del interior que no sólo tienen sueños e ilusiones como cualquier urbano, sino que son capaces de llevar los mismos hasta el final, en este caso se trata del viaje (otra invariante “soriniana”) de un joven vecino de Misiones hasta la capital para llevar al accidentado Maradona una raíz tallada en la que cree descubrir un parecido indudable con el mítico deportista; aunque algunos lo ponen en duda, aunque el trayecto es largo y azaroso, el muchacho emprende el “peregrinaje”, lo cual permite a Sorín, una vez más, detenerse en el paisaje, sobre todo humano. Más de lo mismo, sin dudas, pero siempre este director nos sorprende con estos sensibles recorridos por el hombre que habita en las afueras de la gran urbe bonaerense.
Hablaba de Brasil, y en efecto, casi todas sus cartas de presentación son atendibles, con la excepción de “El mayor amor del mundo”, del veterano Carlos Diégues (“Tieta de Agreste”), porque la retrospectiva de un maduro astrofísico con enfermedad terminal que fuera adoptado en su niñez hacia la búsqueda de su madre biológica, carece de la fuerza y la consistencia que los primeros fotogramas prometían, y el prestigio de su director, uno de los imprescindibles del Cinema Novo y más allá de aquel significativo movimiento de los 60, hacían esperar. Lleno de torpezas y redundancias narrativas, de personajes innecesarios y de lugares comunes, “Cacá” Diégues decepciona.
No así Ricardo Elías, cuya pieza “Los doce trabajos” convence desde su sencillez formal y su pericia para introducirnos en el mundo de los mensajeros motorizados de Sao Paulo, mediante un joven negro que sale de un reformatorio y encuentra ese empleo: a través de sus recorridos, visitamos vidas y situaciones que desde su imaginación vívida seguimos con interés.
Menor en alcance, “Antonia”, de Tatá Amaral (“Un ceu de estrelas”), sigue a cuatro jóvenes negras cantantes de hip hop que en las afueras de la misma ciudad donde se enmarca el filme anterior, arrostran la hostilidad del medio para desarrollar su talento. El problema aquí es la pobreza del guión, que no aprovechó las posibilidades del sujeto y los personajes diseñando situaciones forzadas y aterrizando en previsibles soluciones, a pesar de lo cual, la cinta se deja ver gracias a las notables actuaciones, la ligereza narrativa y la rica banda sonora que siempre traen las películas brasileñas.
Descalificadas (imagino lo ha hecho ya el jurado que preside el argentino Tristán Bauer, director de “Iluminados por el fuego”) quedan las insufribles “El cielo dividido”, del mexicano Julián Hernández, pieza gay torpemente contada y larga por gusto, y una que no lo es menos a pesar de que la firma alguien tan prestigioso y consolidado como el peruano Francisco Lombardi (“Ojos que no ven”): “Mariposa negra”, en la misma onda policíaca de sus últimas cintas.
La participación local se ubica casi toda en el apartado de óperas primas, donde tiene grandes posibilidades “El Benny”, de Jorge Luis Sánchez, la bien recibida biopic sobre el ídolo cubano de la canción popular Benny Moré y que, reservas aparte, permitió a su director, anteriormente movido en el documental, un notable inicio en la ficción.
Bastante retórica, con un guión cargado de sentencias filosóficas que lo debilitan, “La pared”, de Alejandro Gil, sobre un joven que se autoencierra deseando enterrar su pasado, logra sin embargo una sólida ambientación y varias actuaciones destacadas; sin dudas la más polémica de las propuestas cubanas es “Mañana”, producción independiente de Alejandro Moya, en torno a una familia de clase media en Cuba que tiene un negocio de comidas por encargo, y que ha constituido ya, desde su premiére hace alrededor de un mes, un verdadero suceso de público.
Habrá que volver a ella, claro, pero por ahora digamos que se trata de un efectista abordaje de los problemas de supervivencia y de relaciones familiares en la realidad cubana actual, con un tratamiento superficial, más anecdótico que profundo sobre el tema, con un alardoso tratamiento morfológico que sólo oculta impericias narrativas y desaguisados de un montaje que imita torpemente las coexistencias temporales a lo “Amores perros” y “Crash”.
En la competencia oficial aparece también, del patio, “Páginas del diario de Mauricio”, del veterano Manuel Pérez (“El hombre de Maisinicú”), que ya ha obtenido varios reconocimientos locales e internacionales, aunque a este crítico le pareció (véase reseña en este mismo sitio) un insuficiente abordaje del llamado “período especial” cubano, desde una historia que tampoco se caracteriza por su limpieza narrativa.
El viernes como decía, se desvelará la incógnita, y un día antes se darán a conocer los premios colaterales, pero antes, claro, seguiremos dialogando.
Cuando ya la edición 28 del Festival cubano entra en su segunda y final semana, puede decirse que se ha visto prácticamente todo lo que opta por los corales en las diversas categorías, los cuales serán entregados el viernes 15 en la habitual ceremonia de clausura, que coronará con broche (al parecer) de oro mediante la exhibición de “Volver”, la galardonada cinta de Pedro Almodóvar.
Pasando balance, es sin dudas Brasil el que lleva la delantera no tanto cuantitativa (lo iguala en este aspecto, o quizá hasta supera, Argentina) sino en lo verdaderamente definitivo: la casi pareja calidad de lo que compite.
Es, sin embargo, un título de los coterráneos de Borges quien, a juicio de este crítico, posee todas las cualidades para ser el gran triunfador: me refiero a “El custodio”, de Rodrigo Moreno, que ya tuvo reconocimientos en Sundance, Berlín, Guadalajara y Ceará. La historia de ese hombre que vive prácticamente una vida ajena (la del ministro que cuida a tiempo casi completo) es focalizada por el joven director (participante en la realización compartida de “Mala época” y “El descanso”) con un virtuosismo estético que la convierte en la más cuidada y elaborada de las propuestas festivaleras, en lo cual rivaliza quizá con la local “La edad de la peseta”, de Pavel Giroud.
La cámara, generalmente en subjetiva desde el protagonista, diseña encuadres y ángulos que portan su evolutiva visión, que va de mecanicista y pragmática, como su oficio, hasta la concientización de la propia ruina que lo lleva a la decisión final; para ello se apoya además en una fotografía matizada, donde el claroscuro y la profundidad de campo abundan; el desempeño de Julio Chávez hace el resto: calculado pero a la vez espontáneo, certero y preciso, sería también un probable candidato al Coral de actuación masculina.
Del resto de Argentina sobresale “El camino de San Diego”, donde Carlos Sorín (“Bombón, el perro”) prosigue su poética del campesino patagónico: la sencillez y bondad naturales de esas gentes del interior que no sólo tienen sueños e ilusiones como cualquier urbano, sino que son capaces de llevar los mismos hasta el final, en este caso se trata del viaje (otra invariante “soriniana”) de un joven vecino de Misiones hasta la capital para llevar al accidentado Maradona una raíz tallada en la que cree descubrir un parecido indudable con el mítico deportista; aunque algunos lo ponen en duda, aunque el trayecto es largo y azaroso, el muchacho emprende el “peregrinaje”, lo cual permite a Sorín, una vez más, detenerse en el paisaje, sobre todo humano. Más de lo mismo, sin dudas, pero siempre este director nos sorprende con estos sensibles recorridos por el hombre que habita en las afueras de la gran urbe bonaerense.
Hablaba de Brasil, y en efecto, casi todas sus cartas de presentación son atendibles, con la excepción de “El mayor amor del mundo”, del veterano Carlos Diégues (“Tieta de Agreste”), porque la retrospectiva de un maduro astrofísico con enfermedad terminal que fuera adoptado en su niñez hacia la búsqueda de su madre biológica, carece de la fuerza y la consistencia que los primeros fotogramas prometían, y el prestigio de su director, uno de los imprescindibles del Cinema Novo y más allá de aquel significativo movimiento de los 60, hacían esperar. Lleno de torpezas y redundancias narrativas, de personajes innecesarios y de lugares comunes, “Cacá” Diégues decepciona.
No así Ricardo Elías, cuya pieza “Los doce trabajos” convence desde su sencillez formal y su pericia para introducirnos en el mundo de los mensajeros motorizados de Sao Paulo, mediante un joven negro que sale de un reformatorio y encuentra ese empleo: a través de sus recorridos, visitamos vidas y situaciones que desde su imaginación vívida seguimos con interés.
Menor en alcance, “Antonia”, de Tatá Amaral (“Un ceu de estrelas”), sigue a cuatro jóvenes negras cantantes de hip hop que en las afueras de la misma ciudad donde se enmarca el filme anterior, arrostran la hostilidad del medio para desarrollar su talento. El problema aquí es la pobreza del guión, que no aprovechó las posibilidades del sujeto y los personajes diseñando situaciones forzadas y aterrizando en previsibles soluciones, a pesar de lo cual, la cinta se deja ver gracias a las notables actuaciones, la ligereza narrativa y la rica banda sonora que siempre traen las películas brasileñas.
Descalificadas (imagino lo ha hecho ya el jurado que preside el argentino Tristán Bauer, director de “Iluminados por el fuego”) quedan las insufribles “El cielo dividido”, del mexicano Julián Hernández, pieza gay torpemente contada y larga por gusto, y una que no lo es menos a pesar de que la firma alguien tan prestigioso y consolidado como el peruano Francisco Lombardi (“Ojos que no ven”): “Mariposa negra”, en la misma onda policíaca de sus últimas cintas.
La participación local se ubica casi toda en el apartado de óperas primas, donde tiene grandes posibilidades “El Benny”, de Jorge Luis Sánchez, la bien recibida biopic sobre el ídolo cubano de la canción popular Benny Moré y que, reservas aparte, permitió a su director, anteriormente movido en el documental, un notable inicio en la ficción.
Bastante retórica, con un guión cargado de sentencias filosóficas que lo debilitan, “La pared”, de Alejandro Gil, sobre un joven que se autoencierra deseando enterrar su pasado, logra sin embargo una sólida ambientación y varias actuaciones destacadas; sin dudas la más polémica de las propuestas cubanas es “Mañana”, producción independiente de Alejandro Moya, en torno a una familia de clase media en Cuba que tiene un negocio de comidas por encargo, y que ha constituido ya, desde su premiére hace alrededor de un mes, un verdadero suceso de público.
Habrá que volver a ella, claro, pero por ahora digamos que se trata de un efectista abordaje de los problemas de supervivencia y de relaciones familiares en la realidad cubana actual, con un tratamiento superficial, más anecdótico que profundo sobre el tema, con un alardoso tratamiento morfológico que sólo oculta impericias narrativas y desaguisados de un montaje que imita torpemente las coexistencias temporales a lo “Amores perros” y “Crash”.
En la competencia oficial aparece también, del patio, “Páginas del diario de Mauricio”, del veterano Manuel Pérez (“El hombre de Maisinicú”), que ya ha obtenido varios reconocimientos locales e internacionales, aunque a este crítico le pareció (véase reseña en este mismo sitio) un insuficiente abordaje del llamado “período especial” cubano, desde una historia que tampoco se caracteriza por su limpieza narrativa.
El viernes como decía, se desvelará la incógnita, y un día antes se darán a conocer los premios colaterales, pero antes, claro, seguiremos dialogando.
- © Frank Padrón (La Habana)- NOTICINE.com

Carmen Maura: "No me preocupa hacer la película del año, lo que quiero es pasármelo bien"
11-XII-06
Cordial, distendida, segura, honesta, sencilla. Simplemente, espléndida. Así se presentó Carmen Maura ante la prensa en Pantalla Pinamar, el tercer encuentro cinematográfico argentino-europeo que se desarrolla hasta el próximo sábado en la costa argentina, al que llegó para ser homenajeada por su vida profesional. Con su estatus de actriz consagrada, la charla -una denominación más acertada que conferencia- se concentró en los gustos y disgustos de una intérprete que vive un momento dulce en su carrera, que este mismo año fue premiada en el Festival de Cannes y que próximamente volverá a la televisión convertida en una mala malísima.
Maura tiene una relación especial con la Argentina. Aquí trabajó en teatro, en cine, y es inmensamente respetada como actriz, tal como se pudo apreciar por la presencia de colegas durante la comparecencia ante la prensa como Adriana Aizemberg y Julieta Díaz, actrices ambas de "Derecho de familia". "Es un placer estar aquí. Siempre tengo la sensación de
que estoy en casa", dijo la actriz que rodó en estas tierras "Arregui, la noticia del día" y "Valentín", antes de ser inquirida por su retorno al mundo de Pedro Almodóvar con "Volver": "Fue una sorpresa, aunque sabía que algún día pasaría. Me llamó por teléfono y me dijo: 'quiero hablar contigo'. Luego me trajo el guión, y lo único que me preguntó era si no me importaba salir echa un adefesio. Pero eso ya sabía que a mi no me importaba. A mi con Pedro me pasa que cuando yo leo una cosa que él ha escrito, yo entiendo absolutamente como quiere él que yo lo diga. Eso me viene de tantos años que trabajamos juntos. Ha sido facilísimo. Y lo de salir echa un adefesio tiene la ventaja de que es mucho más cómodo y luego que cada vez que voy a un sitio me encuentran estupenda".
Los premios, los elogios recibidos por "Volver", para Maura no tienen un valor especial si no se hubiera logrado el objetivo de todo film: ser visto por la gente. "Cuando haces una película, lo mejor de todo, lo más divertido de todo es que haya colas en los cines y que la gente vaya a verla, eso es la mayor satisfacción del mundo", apuntó, antes de reconocer que haber triunfado en el Festival de Cannes como mejor actriz sí tuvo un sabor particular y recordó la noche en la que se le entregó el premio de mejor actriz al conjunto interpretativo del film (Penélope Cruz, Blanca Portillo, Lola Dueñas y Yohana Cobo): "Lo de Cannes fue especial porque eran los franceses. Los franceses son muy suyos, y subir allí cinco actrices españolas de diferentes generaciones nos dio un subidón a las cuatro, a Penélope también, pero ella está más acostumbrada. Además nosotras cuatro estábamos en casa, ya nos habíamos olvidado de Cannes, y que de pronto te llamen a la mañana y te digan: 'Prepara la maleta que nos vamos a Cannes', fue muy divertido. Las chicas llegaron cuando ya empezaba la ceremonia y se vistieron en el coche. Así que estar cinco españolas allí arriba, con lo que nos ha costado las relaciones con Francia, daba mucho gusto. Después Penélope se fue a la fiesta y nosotras cuatro festejamos en mi habitación. Subimos todas las botellas de champagne que había y nos la pasamos muy divertido. Cannes es un Festival que si no eres muy importante, no te hacen ni puto caso. Te hacen sentir mucho eso...A Blanca no la querían dejar pasar a la fiesta, pero después del premio nos hicieron caso".
La actriz recordó también a los directores con los que trabajó recientemente, elogiando con entusiasmo a Álex de la Iglesia, al que definió como un niño grande y un verdadero "encanto", que le ofreció el rol protagónico de "La comunidad", pensado originalmente para un hombre pero modificado especialmente para la actriz; mientras recordó el mal temperamento del argentino Alejandro Agresti, quien la dirigió en "Valentín", y del israelí Amos Gitai, que hizo lo propio en "Zona libre", donde compartió créditos con Natalie Portman. De Agresti precisó que si bien es "insoportable", volvería a trabajar con él porque le encantó "Valentín", pero que no repetiría colaboración con Gitai, "un chico muy histérico", que tras rodar su parte le hizo retornar a Israel para volver a hacer todo porque cambió de operador y que mandó a un ayudante a decirle sin tener el valor de decírselo él.
Dentro de una filmografía variada e internacional, Hollywood se muestra como la asignatura pendiente, algo que no le inquieta: "Cuando yo más cerca estuve de tener la posibilidad de trabajar allí fue con "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Los papeles que me ofrecían no me gustaban, y los que me podían interesar siempre se los llevaba otra. No es un terreno en el que he luchado. No sé si lo hubiese intentado, si lo hubiese conseguido. Creo que el trabajo en sí es más cómodo en Europa, también aquí, en sitios más normales. Allí hay que ir superprotegido. Victoria Abril no se lo pasó nada bien, por ejemplo. En la vida hay que elegir las luchas que te apetezcan, porque cada una te lleva una energía enorme".
Esta mujer de 61 años, que le gusta llevar una vida ordenada cuando no rueda, que hace las compras, va al gimnasio, comparte tiempo con su nieta y que prefiere el mar en invierno, está viviendo un momento ciertamente exitoso, con una intensa agenda cinematográfica y ahora también televisiva, ya que próximamente estrenará la serie "Círculo rojo", que le permitirá revitalizar su relación con la televisión y con la gente. "Reconozco que la televisión es como un vicio. En la tele tengo un personaje que me divierte muchísimo, hago de mala supermala. Tengo unas frases memorables. La televisión tiene una cosa que es que la gente te ve y para mi el público es muy importante porque tengo la sensación de que los que me mantienen y me van a mantener siempre son ellos. Lo realmente importante son los de la calle. De repente me ha pasado que estoy rodando en México y luego en Argentina, y me tomo un taxi en Madrid y me dice: 'Hay, cuanto tiempo hace que no trabaja'. No nos olvidemos que al cine va a una minoría. De la televisión también me gusta esa rapidez y trabajar con un montón de cámaras".
Mientras espera el estreno de la serie televisiva y los lanzamientos de sus diversos films, Maura sueña con encontrar una obra de teatro, comedia preferentemente, que pueda realizar en varios idiomas y así recorrer diferentes países, siempre pensando en que pueda agradar al público. Y cumpliendo con su objetivo de disfrutar la vida: "No me preocupa el rollo de hacer la película del año. Yo lo que quiero es pasármelo bien. Cuando te vas haciendo más mayor eso se hace más fuerte. Para mí eso de ser la mejor no va. Sé que hago bien mi trabajo, me sé la letra, que emociono...Me encanta que la gente se emocione, o hacer reír. Sientes que has nacido para algo. No tengo muchas ambiciones. Lo único que quiero es pasármelo bien. Y que la otra vida, la que no es actriz, no tenga problemas. Me parece mucho más difícil salir adelante con la vida normal, que con un guión".
Cordial, distendida, segura, honesta, sencilla. Simplemente, espléndida. Así se presentó Carmen Maura ante la prensa en Pantalla Pinamar, el tercer encuentro cinematográfico argentino-europeo que se desarrolla hasta el próximo sábado en la costa argentina, al que llegó para ser homenajeada por su vida profesional. Con su estatus de actriz consagrada, la charla -una denominación más acertada que conferencia- se concentró en los gustos y disgustos de una intérprete que vive un momento dulce en su carrera, que este mismo año fue premiada en el Festival de Cannes y que próximamente volverá a la televisión convertida en una mala malísima.
Maura tiene una relación especial con la Argentina. Aquí trabajó en teatro, en cine, y es inmensamente respetada como actriz, tal como se pudo apreciar por la presencia de colegas durante la comparecencia ante la prensa como Adriana Aizemberg y Julieta Díaz, actrices ambas de "Derecho de familia". "Es un placer estar aquí. Siempre tengo la sensación de
que estoy en casa", dijo la actriz que rodó en estas tierras "Arregui, la noticia del día" y "Valentín", antes de ser inquirida por su retorno al mundo de Pedro Almodóvar con "Volver": "Fue una sorpresa, aunque sabía que algún día pasaría. Me llamó por teléfono y me dijo: 'quiero hablar contigo'. Luego me trajo el guión, y lo único que me preguntó era si no me importaba salir echa un adefesio. Pero eso ya sabía que a mi no me importaba. A mi con Pedro me pasa que cuando yo leo una cosa que él ha escrito, yo entiendo absolutamente como quiere él que yo lo diga. Eso me viene de tantos años que trabajamos juntos. Ha sido facilísimo. Y lo de salir echa un adefesio tiene la ventaja de que es mucho más cómodo y luego que cada vez que voy a un sitio me encuentran estupenda".
Los premios, los elogios recibidos por "Volver", para Maura no tienen un valor especial si no se hubiera logrado el objetivo de todo film: ser visto por la gente. "Cuando haces una película, lo mejor de todo, lo más divertido de todo es que haya colas en los cines y que la gente vaya a verla, eso es la mayor satisfacción del mundo", apuntó, antes de reconocer que haber triunfado en el Festival de Cannes como mejor actriz sí tuvo un sabor particular y recordó la noche en la que se le entregó el premio de mejor actriz al conjunto interpretativo del film (Penélope Cruz, Blanca Portillo, Lola Dueñas y Yohana Cobo): "Lo de Cannes fue especial porque eran los franceses. Los franceses son muy suyos, y subir allí cinco actrices españolas de diferentes generaciones nos dio un subidón a las cuatro, a Penélope también, pero ella está más acostumbrada. Además nosotras cuatro estábamos en casa, ya nos habíamos olvidado de Cannes, y que de pronto te llamen a la mañana y te digan: 'Prepara la maleta que nos vamos a Cannes', fue muy divertido. Las chicas llegaron cuando ya empezaba la ceremonia y se vistieron en el coche. Así que estar cinco españolas allí arriba, con lo que nos ha costado las relaciones con Francia, daba mucho gusto. Después Penélope se fue a la fiesta y nosotras cuatro festejamos en mi habitación. Subimos todas las botellas de champagne que había y nos la pasamos muy divertido. Cannes es un Festival que si no eres muy importante, no te hacen ni puto caso. Te hacen sentir mucho eso...A Blanca no la querían dejar pasar a la fiesta, pero después del premio nos hicieron caso".
La actriz recordó también a los directores con los que trabajó recientemente, elogiando con entusiasmo a Álex de la Iglesia, al que definió como un niño grande y un verdadero "encanto", que le ofreció el rol protagónico de "La comunidad", pensado originalmente para un hombre pero modificado especialmente para la actriz; mientras recordó el mal temperamento del argentino Alejandro Agresti, quien la dirigió en "Valentín", y del israelí Amos Gitai, que hizo lo propio en "Zona libre", donde compartió créditos con Natalie Portman. De Agresti precisó que si bien es "insoportable", volvería a trabajar con él porque le encantó "Valentín", pero que no repetiría colaboración con Gitai, "un chico muy histérico", que tras rodar su parte le hizo retornar a Israel para volver a hacer todo porque cambió de operador y que mandó a un ayudante a decirle sin tener el valor de decírselo él.
Dentro de una filmografía variada e internacional, Hollywood se muestra como la asignatura pendiente, algo que no le inquieta: "Cuando yo más cerca estuve de tener la posibilidad de trabajar allí fue con "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Los papeles que me ofrecían no me gustaban, y los que me podían interesar siempre se los llevaba otra. No es un terreno en el que he luchado. No sé si lo hubiese intentado, si lo hubiese conseguido. Creo que el trabajo en sí es más cómodo en Europa, también aquí, en sitios más normales. Allí hay que ir superprotegido. Victoria Abril no se lo pasó nada bien, por ejemplo. En la vida hay que elegir las luchas que te apetezcan, porque cada una te lleva una energía enorme".
Esta mujer de 61 años, que le gusta llevar una vida ordenada cuando no rueda, que hace las compras, va al gimnasio, comparte tiempo con su nieta y que prefiere el mar en invierno, está viviendo un momento ciertamente exitoso, con una intensa agenda cinematográfica y ahora también televisiva, ya que próximamente estrenará la serie "Círculo rojo", que le permitirá revitalizar su relación con la televisión y con la gente. "Reconozco que la televisión es como un vicio. En la tele tengo un personaje que me divierte muchísimo, hago de mala supermala. Tengo unas frases memorables. La televisión tiene una cosa que es que la gente te ve y para mi el público es muy importante porque tengo la sensación de que los que me mantienen y me van a mantener siempre son ellos. Lo realmente importante son los de la calle. De repente me ha pasado que estoy rodando en México y luego en Argentina, y me tomo un taxi en Madrid y me dice: 'Hay, cuanto tiempo hace que no trabaja'. No nos olvidemos que al cine va a una minoría. De la televisión también me gusta esa rapidez y trabajar con un montón de cámaras".
Mientras espera el estreno de la serie televisiva y los lanzamientos de sus diversos films, Maura sueña con encontrar una obra de teatro, comedia preferentemente, que pueda realizar en varios idiomas y así recorrer diferentes países, siempre pensando en que pueda agradar al público. Y cumpliendo con su objetivo de disfrutar la vida: "No me preocupa el rollo de hacer la película del año. Yo lo que quiero es pasármelo bien. Cuando te vas haciendo más mayor eso se hace más fuerte. Para mí eso de ser la mejor no va. Sé que hago bien mi trabajo, me sé la letra, que emociono...Me encanta que la gente se emocione, o hacer reír. Sientes que has nacido para algo. No tengo muchas ambiciones. Lo único que quiero es pasármelo bien. Y que la otra vida, la que no es actriz, no tenga problemas. Me parece mucho más difícil salir adelante con la vida normal, que con un guión".
- © Cynthia M. García (Pinamar)-NOTICINE.com