Crítica: "Happy Hour", la alegría ya no es brasileira
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Rolando Gallego
La ópera prima del dramaturgo y realizador Eduardo Albergaria, "Happy Hour" (2018), coproducción argentino-brasileira protagonizada por Pablo Echarri, Leticia Sabatella, Luciano Cáceres y Aline Jones, entre otros, invita a una reflexión sobre el estado actual de la región, más allá que se la venda como una comedia.
El relato, hábilmente, esconde en su interior una cara distinta ya que su narración desprende ciertos elementos presentados de manera circunstancial, que en su análisis y posterior reflexión posibilitan una lectura política sobre el estado de emergencia de movimientos radicalizados de derecha en la región. Con estos elementos, y disfrazada de comedia, "Happy Hour", desanda las vicisitudes del matrimonio de Horacio y Vera (Pablo Echarri y Leticia Sabatella), una pareja que conoció mejores momentos en la relación, y que gracias a una revelación se vinculará de forma diferente, inesperada, sorpresiva, que implosiona en los cimientos del amor.
Horacio le dice a Vera que la engañará, omite la mentira para plantearle a su pareja y una ascendente política, que su profundo deseo de estar con otra mujer se concretará sin tener por qué afectarlos, o al menos eso él cree. Como en todo vodevil, el conflicto comienza a carcomer el amor que se tenían, y más allá de si finalmente se concreta o no la traición, Eduardo Albergaria plantea un escenario político en el cual la separación no es una opción viable para ambos, confundiendo y complicando aún más todo.
"Happy Hour" se acerca a "La cortina de humo / La cortina de humo / Mentiras que matan / Wag the dog (1997) con esas eternas operaciones políticas consistentes en mantener una imagen hacia el afuera, necesaria para mantener determinada posición y poder, que redunda en desgaste y desamor en la pareja principal. El relato maneja con buen ritmo los avatares que se presentan cuando personajes secundarios comiencen a tener injerencia en decisiones que desestabilizan la continuidad de la pareja como tal (el comic relief del personaje de Luciano Cáceres es tan oportuno como necesario).
Además de esa mirada lúcida sobre el universo político, una lectura minuciosa permite repensar una época pre Bolsonaro, en donde el racismo, la xenofobia y el rechazo por el diferente, eran ya cosa de todos los días, y donde el excesivo control, con cámaras, guardias, rejas, permitieron la instalación de un discurso que exigía acciones concretas frente al avance de la supuesta ola de violencia e inseguridad (cualquier semejanza con Argentina no es casual) que se vivía en el país.
Así, entre esas dos líneas, la que analiza la política y sus pormenores, y la que configura un estado de alerta que impulsó la emergencia de un personaje nefasto como Bolsonaro, "Happy Hour" trasciende su disfraz de entretenimiento, posicionándose como un producto que funciona más como lectura de su época, que como comedia de enredos amorosos.
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La ópera prima del dramaturgo y realizador Eduardo Albergaria, "Happy Hour" (2018), coproducción argentino-brasileira protagonizada por Pablo Echarri, Leticia Sabatella, Luciano Cáceres y Aline Jones, entre otros, invita a una reflexión sobre el estado actual de la región, más allá que se la venda como una comedia.
El relato, hábilmente, esconde en su interior una cara distinta ya que su narración desprende ciertos elementos presentados de manera circunstancial, que en su análisis y posterior reflexión posibilitan una lectura política sobre el estado de emergencia de movimientos radicalizados de derecha en la región. Con estos elementos, y disfrazada de comedia, "Happy Hour", desanda las vicisitudes del matrimonio de Horacio y Vera (Pablo Echarri y Leticia Sabatella), una pareja que conoció mejores momentos en la relación, y que gracias a una revelación se vinculará de forma diferente, inesperada, sorpresiva, que implosiona en los cimientos del amor.
Horacio le dice a Vera que la engañará, omite la mentira para plantearle a su pareja y una ascendente política, que su profundo deseo de estar con otra mujer se concretará sin tener por qué afectarlos, o al menos eso él cree. Como en todo vodevil, el conflicto comienza a carcomer el amor que se tenían, y más allá de si finalmente se concreta o no la traición, Eduardo Albergaria plantea un escenario político en el cual la separación no es una opción viable para ambos, confundiendo y complicando aún más todo.
"Happy Hour" se acerca a "La cortina de humo / La cortina de humo / Mentiras que matan / Wag the dog (1997) con esas eternas operaciones políticas consistentes en mantener una imagen hacia el afuera, necesaria para mantener determinada posición y poder, que redunda en desgaste y desamor en la pareja principal. El relato maneja con buen ritmo los avatares que se presentan cuando personajes secundarios comiencen a tener injerencia en decisiones que desestabilizan la continuidad de la pareja como tal (el comic relief del personaje de Luciano Cáceres es tan oportuno como necesario).
Además de esa mirada lúcida sobre el universo político, una lectura minuciosa permite repensar una época pre Bolsonaro, en donde el racismo, la xenofobia y el rechazo por el diferente, eran ya cosa de todos los días, y donde el excesivo control, con cámaras, guardias, rejas, permitieron la instalación de un discurso que exigía acciones concretas frente al avance de la supuesta ola de violencia e inseguridad (cualquier semejanza con Argentina no es casual) que se vivía en el país.
Así, entre esas dos líneas, la que analiza la política y sus pormenores, y la que configura un estado de alerta que impulsó la emergencia de un personaje nefasto como Bolsonaro, "Happy Hour" trasciende su disfraz de entretenimiento, posicionándose como un producto que funciona más como lectura de su época, que como comedia de enredos amorosos.
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