Crítica: "Intemperie", desierto y abusos de postguerra
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Por Eduardo Larrocha
La evocación imaginada de la más opresiva postguerra vuelve a los cines en forma de western. "Intemperie" (2019), el cuarto largometraje del español Benito Zambrano, que llega 20 años después de su opera prima "Solas", está ambientado en la Andalucía rural, en una zona árida que recuerda en su paisaje a esas películas del Oeste rodadas en el desierto de Tabernas que dieron nombre al género con apellido spaghetti. El guión, escrito a partir de la novela homónima de Jesús Carrasco, lo firma Benito Zambrano junto a Daniel y Pablo Remón ("Cinco metros cuadrados" y "Casual Day").
La película, como el relato, muestra la injusticia con el sello de aquella época que nos resulta lejana, pero cuyas secuelas siguen aflorando en el presente. Los personajes están inmersos en una realidad de miserias económicas; son criados casi esclavos que viven en el límite de la subsistencia. También sufren la miseria de clase y sobre todo abusos de poder y hasta pederastia.
Casi una década después de "La voz dormida", el cineasta andaluz, en "Intemperie", sigue los pasos de un personaje al que conocemos como Niño en su huida por tierras inhóspitas. El menor, encarnado por el joven actor Jaime López, escapa de la esclavitud dejando atrás a su familia vejada por terratenientes sin escrúpulos. El relato con sus extremos de conductas y actitudes resulta tan maniqueo como verosímil.
Aunque a veces cuesta dar crédito a la crueldad de lo que nos cuentan, esa maldad existe y existía en la España de los cuarenta y cincuenta. El malvado e implacable capataz se nos atraganta debido en parte a la buena interpretación que del personaje hace un altivo Luis Callejo. "Intemperie" es sobre todo la historia de un encuentro y una amistad entre el Niño, que huye y el Pastor, Luis Tosar, que le acoge, le protege y, si llega el caso, le salva. Tras incontables penalidades, al Niño se le abre un horizonte que justifica el lema y lección del cartel de esta película: toda una vida por delante, no la malgastes odiando.
"Intemperie" se suma en este otoño de exhumación de Franco del Valle de los Caídos a las películas que recuperan la memoria de la guerra incivil española y de su cruenta postguerra. Antes han pasado por la cartelera ibérica "Mientras dure la guerra", de Alejandro Amenábar, sobre los vaivenes angustiosos de Unamuno en el contexto de su enfrentamiento con Millán Astray en la Universidad de Salamanca. Todavía se puede ver en las salas de cine "La trinchera infinita" sobre la figura de uno de los muchos "topos" que se tuvieron que esconder, en algún caso durante décadas, para evitar una ejecución inminente. Más de cuarenta años después de la muerte del Dictador puede al fin haber llegado el momento de hacer justicia a las víctimas de ese desgraciado episodio que sigue marcando el presente de los españoles.
"Intemperie" fue la película inaugural de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, donde recibió una gran ovación del público. La canción escrita por Javier Ruibal, y que en la película escuchamos en la voz de Silvia Pérez Cruz, da sentido musical a este drama que a veces se acerca al thriller y plantea el dilema de elegir entre la estéril venganza y los beneficios del perdón.
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La evocación imaginada de la más opresiva postguerra vuelve a los cines en forma de western. "Intemperie" (2019), el cuarto largometraje del español Benito Zambrano, que llega 20 años después de su opera prima "Solas", está ambientado en la Andalucía rural, en una zona árida que recuerda en su paisaje a esas películas del Oeste rodadas en el desierto de Tabernas que dieron nombre al género con apellido spaghetti. El guión, escrito a partir de la novela homónima de Jesús Carrasco, lo firma Benito Zambrano junto a Daniel y Pablo Remón ("Cinco metros cuadrados" y "Casual Day").
La película, como el relato, muestra la injusticia con el sello de aquella época que nos resulta lejana, pero cuyas secuelas siguen aflorando en el presente. Los personajes están inmersos en una realidad de miserias económicas; son criados casi esclavos que viven en el límite de la subsistencia. También sufren la miseria de clase y sobre todo abusos de poder y hasta pederastia.
Casi una década después de "La voz dormida", el cineasta andaluz, en "Intemperie", sigue los pasos de un personaje al que conocemos como Niño en su huida por tierras inhóspitas. El menor, encarnado por el joven actor Jaime López, escapa de la esclavitud dejando atrás a su familia vejada por terratenientes sin escrúpulos. El relato con sus extremos de conductas y actitudes resulta tan maniqueo como verosímil.
Aunque a veces cuesta dar crédito a la crueldad de lo que nos cuentan, esa maldad existe y existía en la España de los cuarenta y cincuenta. El malvado e implacable capataz se nos atraganta debido en parte a la buena interpretación que del personaje hace un altivo Luis Callejo. "Intemperie" es sobre todo la historia de un encuentro y una amistad entre el Niño, que huye y el Pastor, Luis Tosar, que le acoge, le protege y, si llega el caso, le salva. Tras incontables penalidades, al Niño se le abre un horizonte que justifica el lema y lección del cartel de esta película: toda una vida por delante, no la malgastes odiando.
"Intemperie" se suma en este otoño de exhumación de Franco del Valle de los Caídos a las películas que recuperan la memoria de la guerra incivil española y de su cruenta postguerra. Antes han pasado por la cartelera ibérica "Mientras dure la guerra", de Alejandro Amenábar, sobre los vaivenes angustiosos de Unamuno en el contexto de su enfrentamiento con Millán Astray en la Universidad de Salamanca. Todavía se puede ver en las salas de cine "La trinchera infinita" sobre la figura de uno de los muchos "topos" que se tuvieron que esconder, en algún caso durante décadas, para evitar una ejecución inminente. Más de cuarenta años después de la muerte del Dictador puede al fin haber llegado el momento de hacer justicia a las víctimas de ese desgraciado episodio que sigue marcando el presente de los españoles.
"Intemperie" fue la película inaugural de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, donde recibió una gran ovación del público. La canción escrita por Javier Ruibal, y que en la película escuchamos en la voz de Silvia Pérez Cruz, da sentido musical a este drama que a veces se acerca al thriller y plantea el dilema de elegir entre la estéril venganza y los beneficios del perdón.
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