Crítica: "Sin señas particulares", el despertar de un talento innegable
- por Super User
Por Miguel Ravelo
"Sin señas particulares", de Fernanda Valadez, estrenada en Sundance el pasado enero y desde entonces participante y premiada en numerosos festivales, fue el título más destacado del reciente certamen de Morelia, donde se hizo con los galardones a mejor film mexicano, actriz (Mercedes Hernández) y el Premio del Público. Todo ello confirma que la opera prima de la también prolífica productora es una de las mejores películas mexicanas del año y la consagración para una potente voz femenina en el cine nacional.
"Sin señas particulares" inicia con un paisaje campirano nebuloso, inclusive hasta onírico: el cuadro se compone de un árbol no muy frondoso; poco a poco, un joven de no más de 15 años se acerca a nosotros y, como si nos hablara directamente, se despide. Unos momentos más tarde sabremos que la despedida iba dirigida hacia Magdalena (Mercedes Hernández), su madre, quien no puede hacer otra cosa más que ver cómo su hijo le dice adiós para, junto a un amigo de su misma edad, intentar atravesar la frontera y buscar fortuna en los Estados Unidos.
Los días pasan y ninguna de las madres tiene noticia alguna de los jóvenes. Luego de varios días deciden acudir con las poco eficientes autoridades para intentar saber algo de sus hijos o la situación del camión en el que partieron; como es de esperarse, se topan con burocracia y negligencia, obteniendo únicamente una carpeta con las fotografías de los cuerpos que se han encontrado en el trayecto y que evidencian la suerte de muchos de los que se aventuraron a una travesía cruel e incierta, buscando un futuro mejor que su país no va a proporcionarles. La tragedia no se hace esperar: la fotografía del amigo de su hijo está ahí, entre tantas otras, mostrando al joven asesinado.
Es en este momento en el que iniciará el calvario de Magdalena. Al no encontrar evidencia de que su hijo también fue asesinado, la madre decide hacer oídos sordos a la insistencia de las autoridades, que intentan convencerla de que es muy probable que su hijo también esté muerto y el cuerpo haya sido desechado. Magdalena ahora recorrerá la misma travesía que realizó su hijo, buscando en cada parada, en cada terminal de autobús, en cada lugar que pueda darle una pista de lo que pasó con su pequeño desaparecido.
El guión, escrito por Fernanda Valadez y Astrid Rondero, es especialmente eficaz al ir deshilvanando la dolorosa jornada de Marcela, mostrando en cada una de las personas que conoce a su camino una parte de la realidad que se sufre en el país. Acompañados de la puntual y sensible visión aportada por la dirección de Valadez y por la extraordinaria actuación de Hernández, los espectadores viven a cada paso la lucha de una madre negándose a aceptar que su hijo es ya un número más en cientos de cifras sin nombre y sin rostro.
Valadez y Rondero deshilvanan con habilidad todo lo que acompaña a una historia como la que aquí nos presentan: la corrupción de las autoridades; la complicidad de los pobladores que, por miedo, aceptan y participan en hechos espeluznantes; la forma en la que las desapariciones alcanzan a todos los estratos sociales sin que ninguna cantidad le valga a una madre que busca a su hijo; las ínfimas posibilidades, el rechazo y el peligro a los que una persona en la situación de Magdalena debe enfrentarse al pedir algo que una madre jamás debería atravesar: el poder ver a su hijo una vez más, vivo o muerto.
Magdalena irá hundiéndose en un remolino de injusticias y de una creciente maldad a la que tendrá que hacer frente, siempre con la esperanza de encontrar a su hijo. La película resulta estrujante al mostrar cómo los sueños son aplastados por la realidad. Cómo un niño pequeño que un día jugaba en el campo, al siguiente puede desaparecer de la manera más cruel o tener que enfrentarse a grupos armados que asesinan a personas con la mayor frialdad.
Hacía falta una mano muy firme, una visión comprometida y especial para transmitirnos con toda su realidad el dolor de una madre al enfrentarse a una situación como ésta. Valadez y Rondero lo consiguieron: "Sin señas particulares" es una cinta merecedora de las preseas obtenidas y que resulta de un visionado necesario para el público mexicano e internacional.
Sigue nuestras últimas noticias por TWITTER.
"Sin señas particulares", de Fernanda Valadez, estrenada en Sundance el pasado enero y desde entonces participante y premiada en numerosos festivales, fue el título más destacado del reciente certamen de Morelia, donde se hizo con los galardones a mejor film mexicano, actriz (Mercedes Hernández) y el Premio del Público. Todo ello confirma que la opera prima de la también prolífica productora es una de las mejores películas mexicanas del año y la consagración para una potente voz femenina en el cine nacional.
"Sin señas particulares" inicia con un paisaje campirano nebuloso, inclusive hasta onírico: el cuadro se compone de un árbol no muy frondoso; poco a poco, un joven de no más de 15 años se acerca a nosotros y, como si nos hablara directamente, se despide. Unos momentos más tarde sabremos que la despedida iba dirigida hacia Magdalena (Mercedes Hernández), su madre, quien no puede hacer otra cosa más que ver cómo su hijo le dice adiós para, junto a un amigo de su misma edad, intentar atravesar la frontera y buscar fortuna en los Estados Unidos.
Los días pasan y ninguna de las madres tiene noticia alguna de los jóvenes. Luego de varios días deciden acudir con las poco eficientes autoridades para intentar saber algo de sus hijos o la situación del camión en el que partieron; como es de esperarse, se topan con burocracia y negligencia, obteniendo únicamente una carpeta con las fotografías de los cuerpos que se han encontrado en el trayecto y que evidencian la suerte de muchos de los que se aventuraron a una travesía cruel e incierta, buscando un futuro mejor que su país no va a proporcionarles. La tragedia no se hace esperar: la fotografía del amigo de su hijo está ahí, entre tantas otras, mostrando al joven asesinado.
Es en este momento en el que iniciará el calvario de Magdalena. Al no encontrar evidencia de que su hijo también fue asesinado, la madre decide hacer oídos sordos a la insistencia de las autoridades, que intentan convencerla de que es muy probable que su hijo también esté muerto y el cuerpo haya sido desechado. Magdalena ahora recorrerá la misma travesía que realizó su hijo, buscando en cada parada, en cada terminal de autobús, en cada lugar que pueda darle una pista de lo que pasó con su pequeño desaparecido.
El guión, escrito por Fernanda Valadez y Astrid Rondero, es especialmente eficaz al ir deshilvanando la dolorosa jornada de Marcela, mostrando en cada una de las personas que conoce a su camino una parte de la realidad que se sufre en el país. Acompañados de la puntual y sensible visión aportada por la dirección de Valadez y por la extraordinaria actuación de Hernández, los espectadores viven a cada paso la lucha de una madre negándose a aceptar que su hijo es ya un número más en cientos de cifras sin nombre y sin rostro.
Valadez y Rondero deshilvanan con habilidad todo lo que acompaña a una historia como la que aquí nos presentan: la corrupción de las autoridades; la complicidad de los pobladores que, por miedo, aceptan y participan en hechos espeluznantes; la forma en la que las desapariciones alcanzan a todos los estratos sociales sin que ninguna cantidad le valga a una madre que busca a su hijo; las ínfimas posibilidades, el rechazo y el peligro a los que una persona en la situación de Magdalena debe enfrentarse al pedir algo que una madre jamás debería atravesar: el poder ver a su hijo una vez más, vivo o muerto.
Magdalena irá hundiéndose en un remolino de injusticias y de una creciente maldad a la que tendrá que hacer frente, siempre con la esperanza de encontrar a su hijo. La película resulta estrujante al mostrar cómo los sueños son aplastados por la realidad. Cómo un niño pequeño que un día jugaba en el campo, al siguiente puede desaparecer de la manera más cruel o tener que enfrentarse a grupos armados que asesinan a personas con la mayor frialdad.
Hacía falta una mano muy firme, una visión comprometida y especial para transmitirnos con toda su realidad el dolor de una madre al enfrentarse a una situación como ésta. Valadez y Rondero lo consiguieron: "Sin señas particulares" es una cinta merecedora de las preseas obtenidas y que resulta de un visionado necesario para el público mexicano e internacional.
Sigue nuestras últimas noticias por TWITTER.