Crítica: "Cristobal Balenciaga", el mundo del modisto y Alberto San Juan en estado de gracia

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"Cristobal Balenciaga"
"Cristobal Balenciaga"
Por Carolina G. Guerrero       

Había muchísima expectación, porque fueron varias las fechas propuestas para su estreno y sus escenarios. Se tendría que haber presentado en el marco del pasado Festival de Cine de San Sebastián, pero se canceló. Si el maestro Cristóbal Balenciaga pudiera ver esta serie como veía sus desfiles detrás de aquellas cortinas en sus ateliers, no sabemos si quedaría encantado o no. Suponemos que no, pues a él no le gustaba ni escucharse la voz, ni las fotos, ni, por supuesto, que se hablase de él.

Era de auténtico carácter vasco, cerrado, hasta llegar al hermetismo, y a las grandes manías. Un hombre que cambió la moda, el único que sabía coser, diseñar y montar una pieza sin ayuda de nadie. Él lo hacía todo, y además, con tal maestría que sus creaciones están consideradas como puras obras de arte.

Era un reto enorme enfrentar la historia de nuestro vasco universal, y los "Moriarti" (Jose Mari Goenaga, Jon Garaño y Aitor Arregi, autores de "La Trinchera Infinita", "Handia" y "Loreak") lo han vuelto a hacer. Sí, han vuelto a ensalzar todo lo que tocan, porque esta serie, la mires por donde la mires, desprende todo lo que debe desprender, pero sobre todo desprende moda, mesura, austeridad, fidelidad en los hechos, de la época en que Balenciaga trabajó en París, sus años en Francia, hasta llegar a ser el rey de la moda.

Lourdes Iglesias, José Mari Goenaga, Jon Garaño y Aitor Arregui son los guionistas de esta serie, que en realidad, como ellos dijeron en su momento, son más quizás como tres películas de casi dos horas, que dirigen los tres últimos, un trío de directores más que consagrados, y que todo lo que hacen tiene un sello especial de calidad, purismo y sensibilidad.

El protagonista absoluto es el gran Alberto San Juan, y no es de ahora que este actor es grande. Ya ha demostrado su talento desde sus comienzos, aquella inolvidable "Bajo las estrellas", que le dio por méritos propios un Goya.

Alberto se mimetiza con su personaje, lo hace suyo. En las pausas del rodaje, le podías ver concentradísimo, aislado muchas veces, sin querer salir de este personaje tan complejo que interpreta, y que suponemos que ha sido tanto un regalo como una tortura a partes iguales.



San Juan no habla francés ni euskera, y nadie lo diría. La mayoría de los diálogos son en francés y, desde luego, nadie sospecharía que este actor no tenía conocimientos, lo mismo que el euskera y algunas expresiones muy del País Vasco, que las hace absolutamente suyas.

Lo mismo que cuando le ves como al maestro de la Couture que fue Balenciaga, cosiendo, deshaciendo las mangas (su obsesión), planchando, poniendo alfileres; en fin, todo ese mundo de la alta costura y de un artesano de la moda, la forma de tratar las telas, enseñar a caminar a las modelos, es fascinante como San Juan borda -nunca mejor dicho- este papel, del que hasta ahora era para él un gran desconocido.

La serie se rodó en varias localizaciones: Burdeos, París, Madrid, y, por supuesto, San Sebastián, donde se pueden reconocer establecimientos y lugares emblemáticos de la ciudad, también su casa del monte Igueldo.

Se rodó mucho en el centro de la ciudad, en un antiguo edificio, que sirvió de taller y vivienda en la serie. Se cuidó hasta el más mínimo detalle, con una escrupulosa exquisitez, a los hombres se les vestía de arriba a abajo, aparte de con el traje de chaqueta que tenía que quedar impecable: tirantes, gemelos y todo tipo de accesorios, que aunque invisibles, daban la credibilidad y el empaque necesario, lo mismo que a cualquier costurera del taller, que casi llevaba hasta ropa interior de la época, pendientes, tijeras, y todo con un detalle minucioso.

Esta serie está rodada con verdadero mimo. Siempre lo hacen estos directores y su equipo. En el rodaje se respiraba serenidad y armonía: muchísimos silencios y un aura empolvada que envolvía el ambiente de la magia de la moda y del universo Balenciaga.

Esta producción se centra, como decíamos, en su etapa francesa, y en la única entrevista que concedió en su vida. Jamás quiso ser el centro de nada; su carácter introvertido le creaba problemas en un mundo donde la publicidad y la prensa jugaban un lugar destacado.

Se muestran en la historia dos de los amores del maestro de la moda, y el secretismo con que lleva su vida privada en sus primeros años y a su lado en París, inspirándose mutuamente y haciendo un tándem extraordinario con Wladzio de Attainville, al que da vida en la serie Thomas Coumans, un actor super atractivo y sencillo que interpreta maravillosamente a Attanville. Wladzio fue su ayudante y compañero hasta su temprana muerte.

Más tarde entra en escena el navarro Ramon Esparza que estuvo a su lado hasta la muerte del maestro y que interpreta el actor Adam Quintero. Balenciaga ocultaba su homosexualidad, y le molestaban muchísimo las alusiones que se hacían sobre su persona con respecto a su interés o desinterés por el género femenino. Este aspecto de su personalidad San Juan lo hace suyo, sus gestos, sus ademanes, reflejar su sufrimiento interior, un papel magistral el de este actor que se presentó al casting teniendo mucho en contra... pero era él, y solo él, el que podía dar vida a este complejo personaje y sus directores lo supieron desde el principio. No hubo duda; Alberto tenía que ser Cristóbal, y volvieron a dar en la diana con la elección.

La historia te la crees, vives junto a sus personajes. Todas aquellas situaciones, muchas veces complicadas, que rodearon a Balenciaga, se habla también de su no implicación política, y se muestra el periodo de ocupación nazi, que tantos problemas le trajo a La Maison en París. Son también destacables las apariciones de otros colegas de profesión con los que el diseñador de Guetaria, que hizo su primer vestido a los 11 años, tuvo contacto frecuente. Aunque eran rivales, Dior y él no se llevaron mal; la admiración a Coco Chanel, y lo que los dos se ayudaron, aunque aquella relación acabó mal. Dos caracteres demasiado tempestuosos y Mademoiselle, que era para darle de comer aparte. Por desgracia, la amistad se quebró, aunque él no dejó de ir al funeral de la francesa. Es ahí donde la periodista británica Prudence Glynn consiguió la tan ansiada entrevista con el maestro, y de la que se habla largo y tendido en esta serie. Además, esta entrevista sirve de hilo catalizador en la historia y su desarrollo. Tampoco se olvida de la amistad especial que llegaba a la fascinación entre Hubert de Givenchy y Cristóbal, al que este ayudó mucho y con el que mantuvo la amistad hasta el final de sus días.

La serie está exquisitamente ambientada. Los diseños del maestro son réplicas que se facturaron con una fidelidad extrema, llegando incluso a encargar telas que a día de hoy no se fabrican. Todo el tema de arte y vestuario en esta serie toma un protagonismo de primera, y desde luego no defrauda. Estamos ante un producto de factura magistral, que seguro va a cosechar muchísimos éxitos. Nos encantaría que la serie tuviese una continuidad contando las otras etapas de la vida del maestro. Ojalá, de momento ya queda para la historia esta serie que está a la altura de su personaje, aunque seguramente a él le hubiese horrorizado. El mensaje final deja claramente al descubierto la lucha del modisto. El quería controlarlo todo, porque no solo era un diseñador, era un artista, y aludía a Picasso, diciendo que el malagueño jamás hubiera dejado que alguien trabajara en su nombre. Un artista es único e irrepetible, y él, aunque no lo quiso reconocer, sabía que era así. Esa fue parte de su grandeza... de todo esto y mucho más se habla en esta serie, que no quieres que acabe.

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