Crónicas
Colaboración: El violonchelo de Manaus
Por Sergio Berrocal
He odiado y odio la prensa sensacionalista, esa que empezó en Hollywood, n’est-ce pas?, con una gorda infame que era la reportera jefe para atormentar a las estrellas del momento. Elsa Maxwell creo que se llamaba.
He odiado y odio la prensa sensacionalista, esa que empezó en Hollywood, n’est-ce pas?, con una gorda infame que era la reportera jefe para atormentar a las estrellas del momento. Elsa Maxwell creo que se llamaba.
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Colaboración: Dos uniformes verde olivo
Por Sergio Berrocal
Esta milonguera madrugada de primavera, la cámara invisible de nuestra vida me ha sorprendido consultando el diario cubano Granma, donde Fidel Castro sigue presente, más o menos como sigue presente para mí otro uniforme verde olivo que decidió mi vida.
Esta milonguera madrugada de primavera, la cámara invisible de nuestra vida me ha sorprendido consultando el diario cubano Granma, donde Fidel Castro sigue presente, más o menos como sigue presente para mí otro uniforme verde olivo que decidió mi vida.
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Colaboración: Las dos fotos de Lula
Por Sergio Berrocal
"Quien fuera el presidente más querido de Brasil, el que sacó a 35 millones de pobres de la miseria y al que Barack Obama llegó a definir como "el mandatario más popular del planeta", también será recordado por ser el primer ex jefe del Ejecutivo brasileño en entrar en prisión. A partir del próximo 10 de abril Luiz Inácio Lula da Silva puede ingresar en la cárcel para cumplir la sentencia de doce años y un mes de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero relacionado con la operación Lava Jato, el mayor escándalo de corrupción en la historia del país" (Diario El Mundo, Madrid).
"Quien fuera el presidente más querido de Brasil, el que sacó a 35 millones de pobres de la miseria y al que Barack Obama llegó a definir como "el mandatario más popular del planeta", también será recordado por ser el primer ex jefe del Ejecutivo brasileño en entrar en prisión. A partir del próximo 10 de abril Luiz Inácio Lula da Silva puede ingresar en la cárcel para cumplir la sentencia de doce años y un mes de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero relacionado con la operación Lava Jato, el mayor escándalo de corrupción en la historia del país" (Diario El Mundo, Madrid).
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Colaboración: Adela Escartín, de Madrid a Cuba (y II)
Por Sergio Berrocal
Gracias a un profesor de Arte Dramático cubano y a un historiador español supimos hace un tiempo de la existencia de una mujer que conocíamos vagamente de nombre, Adela Escartín Ayala, por lo visto una actriz de alto copete tanto en España como en Cuba. A media que avanzaban las investigaciones, la confesión del profesor y un mosaico de miles de recortes de periódicos nos fue dando una idea de esa dama del teatro, y también del cine y de televisión, que en Cuba había sido una primerísima dama de la interpretación y que trabajó y vivió en La Habana cuando ya Fidel Castro había rendido a Batista.
Gracias a un profesor de Arte Dramático cubano y a un historiador español supimos hace un tiempo de la existencia de una mujer que conocíamos vagamente de nombre, Adela Escartín Ayala, por lo visto una actriz de alto copete tanto en España como en Cuba. A media que avanzaban las investigaciones, la confesión del profesor y un mosaico de miles de recortes de periódicos nos fue dando una idea de esa dama del teatro, y también del cine y de televisión, que en Cuba había sido una primerísima dama de la interpretación y que trabajó y vivió en La Habana cuando ya Fidel Castro había rendido a Batista.
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Colaboración: Adela Escartín, de Madrid a Cuba (I)
Por Toni Berrocal
Era la hora de almorzar. Una llamada insistente del teléfono rompió la tranquilidad de aquel día soleado. La pantalla digital indicaba el número +535... Era Ramón Díaz, mi padrino, profesor de Arte Dramático cubano, quien parecía muy agitado: "Tengo que decirte algo grave, bueno, algo que os va a cambiar la vida a tu padre y a ti. He estado investigando mucho tiempo pero no quería decirte nada hasta estar seguro…".
Era la hora de almorzar. Una llamada insistente del teléfono rompió la tranquilidad de aquel día soleado. La pantalla digital indicaba el número +535... Era Ramón Díaz, mi padrino, profesor de Arte Dramático cubano, quien parecía muy agitado: "Tengo que decirte algo grave, bueno, algo que os va a cambiar la vida a tu padre y a ti. He estado investigando mucho tiempo pero no quería decirte nada hasta estar seguro…".
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